Posicionamiento de marca en la era del frenesí de las redes sociales

¿Quién en su sano juicio se levanta en las mañanas anhelando una relación más cercana con su desodorante?

Podré pasar por agente de marketing insípido pero, ¿acaso ha reparado usted en alguna ocasión, cómo es que la gente conversa con las marcas? Incluye el ‘ABC’ del posicionamiento de marca de la época, que: la marca simboliza algo; que la marca es esto y aquello; que cualesquier es el valor de marca; que la marca conversa con la gente; que narra historias.

En fin, majaderías en mi opinión. No hay tal cosa como ‘la marca’, pues ésta no tiene conciencia ni personalidad, como tampoco tiene el don de hacer que las cosas sucedan.

El quid del asunto, es que las empresas existen porque las personas que allí laboran, toman decisiones y ejecutan las maniobras correspondientes. La conciencia, las opiniones y los sentimientos de las personas, son consecuencia exclusiva de dichas acciones, razón por la cual, las marcas son tan sólo un agregado de dichas percepciones y emociones.

Las marcas no son propiedad de alguien en particular. Prefiero aventurarme y considerar las marcas como un reflejo de la narrativa de múltiples creadores. Argumentos que la gente refiere en sus conversaciones o si se quiere, creaciones mentales que se exponen a través de la compra u otras experiencias de marca mucho más directas.

No obstante, abundan los colegas que descartan la apreciación. Motivo por el cual, mucho del posicionamiento de marca es introspectivo, pretendiendo que la gente piense o haga cosas que son relevantes para la marca y, por lo cual también estamos inundados de contenido, conversación y comunidades de marca que a nadie le importan.

A cambio, deberíamos enfocarnos todos los agentes de marketing en encontrar y compartir las verdades sobre las cuales se fundamenta la conciencia, las opiniones y los sentimientos. Así mismo, su propósito debe ser conocer y regir las necesidades de la gente en contraposición a servir sus propios requerimientos de marca.

Ya basta de pretender controlar la opinión y las experiencias de la gente, pues es preferible contribuir sustancialmente a mejorar sus vidas y, que sean las personas a través de su interpretación y utilización las encargadas de definir la marca.

Así pues, esta es está la época de las alternativas, independiente de la evolución de nuestra tecnología como la de la de nuestra cultura, y el entorno de mercado en el que competimos.

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