Por estos días de frivolidad digital en las redes sociales, particularmente, en Twitter, Facebook, Instagram, TikTok y WhatsApp, se han normalizado las trifulcas y las gazaperas políticas o de cualquier otro índole, generalmente, impulsadas por el ego y la vanidad de los internautas, el entretenimiento ramplón, las tendencias de todo tipo y los contenidos u opiniones irrelevantes patrocinados por influyentes personajes que se han autoproclamado como tal y que además pululan por doquier en cuanta plataforma social existe por ahí. Sin embargo, y más allá del caos, la emoción, la montonera y la hipérbole en el entorno del emprendimiento, no siempre el ritmo de transformación parece ser tan ágil como creería uno que es. Tal vez sean los largos ciclos de desarrollo o, que estamos al borde de tocar fondo de lo que es posible realizar en la ciencia material o, mera falta de ambición e imaginación, sencillamente.
Dicho así, y salvo una que otra excepción, año tras año, no parecen los emprendedores estar exigiendo los límites de la tecnología o el desarrollo creativo, sino más bien presentando nuevas combinaciones de proyectos ya existentes. Algo así como extenderse dentro de un paradigma, otorgando sentido a lo que ya existe. O como quien dice, mezclas y convergencia novedosas de un propósito previamente materializado, aunque, en realidad, de emprendimiento, hasta ahí no más.
Ya es hora de que la gente común y corriente, así como usted y yo, le meta marketing a su emprendimiento. Es tiempo de que las personas que se han propuesto empernder asuman el control de su proyecto de una vez por todas.
En ese orden de ideas, ha de saber usted que, por costumbre, el marketing, en la era industrial, fue siempre la última parte del proceso de fabricación. En aquel entoncese, el empresario solía decir con orgullo: ‘Mire lo que hemos hecho’ y, acto seguido, buscaba a los de marketing y les decía, ‘ahora, mijos, salgan y encuentren un cliente’.
Así pues, y ya por estos días de entorno digital y grandes volúmenes de datos, el emprendedor, dispone de cuanta información requiera para echar a andar su proyecto, así mismo, puede realizar seguimiento a la demanda, percibir las tendencias de mercado y hasta la intención de compra del consumidor, de forma más rápida, precisa y enriquecida que nunca. Y, sin embargo, ¿cree usted, el emprendedor considera producir algo que la gente realmente anhele? No. De hecho, ni repara en el asunto.
Al respecto, a mí se me da que con el emprendimiento ocurre algo parecido a lo que sucede al interior del departamento de investigación y desarrollo de las grandes empresas: un montón de científicos en bata blanca empoderados para competir entre sí. También allí, la cuestión es de presupuesto, no de imaginación. Los billetes son el mayor atributo de los científicos, no su mayor beneficio. Por lo general, se la pasan alardeando sobre ‘lo que pueden hacer’, así nunca cuestionen si aquello que pueden producir es lo que el realmente anhela el consumidor.
En consecuencia, dicho tipo de producción sin límites, entusiasta e impecable de artilugios o emprendimientos inoficiosos y hasta torpes, hace plausible a la gente de investigación y desarrollo de un monumento a la ingeniería, aunque para los de marketing no sea más que una puñalada al corazón.
En ese orden de ideas, y si es usted de los que pretende alcanzar el éxito con su emprendimiento, entonces, ya viene siendo hora de que observe y escuche a la gente: que sea el consumidor quien pida lo que usted pretende proveer, no usted por ahí como loquito impulsando aquello que estos no quieren.
Y, si usted no sabe de marketing, entonces, contrate un mercadólogo experimentado como yo, para que así, usted, finalmente se ponga al frente del proceso de creación; utilice los datos disponibles, la creatividad, la imaginación y la empatía para transmitir al consumidor lo que su empresa o negocio hace. O como quien dice, para que a su favor, aplique en propiedad las cuatro pes: Producto, Precio, Plaza y Promoción.