Las bondades de los medicamentos más allá del precio

Mencionaba el presidente Santos esta mañana en su entrevista con Darío Arizmendi de Caracol, entre otros, refiriéndose a la reforma de la salud: “el aumento de la cobertura” y la “reducción en el precio” de los medicamentos como dos de los logros más sonados de su gobierno en la materia. Se anuncia con bombos y platillos para el 11, 12 y 13 de junio del presente, la vigesimoprimera versión del Foro Farmacéutico de la ANDI, en donde de seguro, el tema “precio” de los medicamentos será protagonista central. En esos términos tal cual mi experiencia como consumidor, no puedo evitar percibir como es evidente cada vez más la transformación de los medicamentos en artículos de comercio sin particularidad alguna.

Considere usted por ejemplo, cómo en años recientes las principales compañías farmacéuticas han perdido exponencialmente las patentes de protección para sus marcas, permitiéndose así la proliferación sin precedentes de los medicamentos genéricos —esencialmente— una versión más barata de los medicamentos de marca. El aumento de los medicamentos genéricos junto con la reforma al sistema de salud, cuyo foco es la cobertura, el acceso y los requerimientos de transparencia, catapultan cada vez más a la industria farmacéutica colombiana hacía un mercado enmarcado por la proliferación de medicamentos sin particularidad alguna (algunos ya hasta con “calidad de multinacional”).

Recordará usted por definición que, los artículos de comercio sin particularidad alguna se dan cuando los bienes y servicios pierden su diferenciación a lo largo y ancho de la base de suministro. Y como en todo, coexisten diversos niveles de mercancía sin particularidad, por lo general, incitados por la mentalidad como por la intención del consumidor. Es así como en aquellos mercados en los cuales es evidente cada vez más la pérdida de singularidad que, el consumidor fundamenta sus preferencias principalmente en el precio. Y por ende, su mentalidad se enfila hacía: “si todo es lo mismo, pues entonces pago menos siempre que pueda”.

Como resultado del enredo, es común entonces ver a la SIC repartiendo a las compañías farmacéuticas multas a diestra y siniestra por violación al control de precios; lo cual entre otros, deriva en un consumidor como juez, emitiendo juicios sobre ángeles y demonios a las principales casas farmacéuticas de acuerdo con sus precios y en comparación con los de la competencia en el mercado. Sin embargo, las etiquetas de precio no siempre estiman el valor terapéutico agregado de un medicamento, lo que eventualmente puede traducirse en un impacto negativo para la confianza y la reputación de la industria farmacéutica tal cual para el sistema de salud.

Aunque están las casas farmacéuticas en el purito centro del embrollo, es imprescindible que estas hoy día y más que nunca, articulen valor para los medicamentos como para la marca corporativa, más allá del precio. Se me antoja como factible para la industria:

  • Fundamentar la investigación y el desarrollo (particularmente para los antibióticos sistémicos, no vaya ser nos caiga antes de tiempo la pandemia prevista por la OMS).
  • Reflejar una definición real de valor para el mercado.
  • Evidenciar toda aquella sensibilidad que pueda coexistir en las respectivas clases terapéuticas.

Como investigadores, aun cuando tan solo sea social y de mercado, consideramos debe existir conciencia tal cual un plan para minimizar el impacto de la estrategia de precios en nuestro sistema de salud y así mismo, el tono apropiado para su difusión a lo largo del continuo de pacientes, personal de la salud, EPS, grupos de auto-apoyo, afiliados, legisladores y hasta el próximamente reelecto presidente Santos.

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