Definitivamente no hay tal

Incluso si Rudy, Mauro, Juan K o los neoliberales del Banco de la República rasgan sus vestiduras, considero acertada la opinión ‘El libre mercado no existe’ de Oscar Guardiola Rivera, anotación manifestada el mes pasado, a propósito de la catástrofe que por estos días ‘se cierne sobre Grecia, los jóvenes europeos y las familias campesinas de Las Conchitas, en Chiapas, México’.

El tema lo saco a colación porque, en mi línea de negocio es oportuno divisar por fuera de los confines de la operación de mercadeo, particularmente si uno se interesa por lograr una profunda comprensión de la imagen, la identidad y la reputación de las marcas.

También porque, la cotidianidad de bombear combustible nos obliga a reparar en su precio como en la ideología del libre mercado, que en efecto es tan sólo una ideología y no un hecho, ni mucho menos una ciencia.

La premisa de ‘libre’ mercado es oxímoron en el mejor de los casos, considerando que no se obtiene ‘libre’ nada, en un lugar donde se taza el valor y se tranzan los elementos. Implícitos siempre están, el costo como el precio en unidades de medida, que van desde moneda hasta tiempo y esfuerzo, y bien sea que la identificación o encuentro con dichos costos sea inminente o no.

Tampoco es que sea muy ‘libre’ en cuanto a los términos de su accionar, pues siempre se influye sobre él, con el agravante además que quienes lo hacen, disponen de diversos niveles de información como de experiencia, por lo que en realidad, el libre mercado no es más que un ideal condenado a ser concebido imperfectamente cada vez que nosotros, los imperfectos seres humanos, pretendamos concebirlos. ¿Imaginan ustedes si fuera factible un mercado ideal? Aun cuando nunca ninguno ha existido ni existirá. Es que no es para menos que tan memorable lógica circular, sólo provenga de las mentes de políticos virtuosos, como los que en el pasado idealizaron otros andamiajes sociales de perfección, tales como el socialismo o el libertarismo, por mencionar tan sólo un par.

Se me hace entonces que, tanto descontento es consecuencia de nuestra imperfección como de la deficiente interpretación de la doctrina sobre la cual se constituyo, pues a mi entender, el aporte de Adam Smith nunca tuvo previsto coexistir en un vacío moral. Su concepto de actividad de mercado nunca pretendió ser ‘libre’ de restricción moral, por el contrario, al ponerles precio buscaba desarrollar aquella existencia moral, en vez de determinar qué deberían ser o quiénes deberían obtenerlas.