Las campañas de comunicación a favor de la causa política, cargan la mala mañana de acalorar el mensaje al emplear las técnicas del embuchado. Sea cual sea la elección en el tiempo, allí encontrará usted alguna técnica de embuchado empleada que, en su momento, hicieron posible la victoria o dieron vuelta a los pronósticos de resultado. Considere usted, por ejemplo:
En las elecciones de 1990, Juan Manuel Galán, refrendaría las banderas del Nuevo Liberalismo, las de su inmolado padre, el candidato Luis Carlos Galán Sarmiento, a favor de César Gaviria Trujillo, Jefe de Debate, y de apenas unos cuantos meses incursionando en el galanismo.
“Es el tiempo de la gente”, fue el caballito de batalla del candidato Ernesto Samper Pizano, en las elecciones de 1994 que, empleó la estrategia de recaudo en todo el país con cocteles y comidas en las principales ciudades, y otras tantas reuniones cortas en la oficina de su residencia con empresarios y potenciales donantes, cuyos resultados dependían de la presencia del candidato y, probablemente, de donde finalmente surgieron los dichosos casetes de la historia.
Cuatro años más tarde, en la campaña presidencial del noventa y ocho, Andrés Pastrana adelantó conversaciones con las FARC y ofreció un diálogo de paz si resultaba electo tal cual una zona de despeje para llevar a cabo allí los diálogos (el tristemente célebre, Caguán) y; hasta foto se tomó con el irregular Manuel Marulanda, en la que éste portaba un reloj símbolo de la campaña del candidato Pastrana.
Ya para la campaña presidencial del 2002 y amparado en parte por el Plan Colombia, el turno le correspondió a la “política de seguridad democrática” (incluidas, las posteriores implicaciones por los desafortunados “falsos positivos”) y; de otro lado, la reforma a la constitución que permitió la reelección inmediata en el 2006, del candidato Álvaro Uribe Vélez; actualmente, líder de la campaña por el “No” al plebiscito por la paz.
Todas estas, técnicas, adoptadas y adaptadas por el grueso de la industria de la comunicación masiva.
En ese orden de ideas, ¿qué lecciones puede rescatar la industria, al respecto de la campaña política de mayor perfil por estos días? La campaña de plebiscito por el “No” a manos del uribismo, tal cual concuerdo con Gabriel Silva Luján, “está montada sobre conceptos simplistas, supuestos equivocados, verdades a medias, mentiras y maniobras engañosas”, al igual que sobre las “emociones” de la gente, en particular, aquella que ha padecido en carne propia la violencia de estos últimos cincuenta años.
¿Cuáles entonces, son los aprendizajes de todo este barullo del uribismo?
¿Acaso, diga usted: “por su compra, el cártel de los pañales donará de por vida, cinco millones semanales a la investigación de la espina bífida” o, “por cada kilo rebajado, ‘Redu Fa Fa’ aportará su equivalente en alimentos para la nutrición infantil hasta la posteridad”?
O quizás, ha de ser que ahora la capacitación en social media, incluirá un aparte respecto a cómo imitar la incapacidad de los periodistas. O pueda ser también, que ya más nunca sea necesario como soporte consultar la opinión del experto, porque por crisis de credibilidad a nadie ya le interesa su experimentado parecer; pues por estos días, sólo importa la opinión y la emoción del vulgo en línea. O en últimas, ¿por qué no incentivar a los seguidores de las marcas en Facebook para que a golpes e insultos le saquen la madre a todo aquel consumidor insatisfecho?
Advertencia: “las técnicas de embuchado político deben emplearse sólo por profesionales entrenados de derecha, centro o izquierda y, deben evitarse a toda costa en casa o en el próximo comité de marketing”.