Mamá, decía Daniel durante la comida, he oído en la clase una cosa que me ha sorprendido: nuestro maestro nos ha dicho hoy que un adolescente, como yo, por ejemplo, puede servir a la Patria. ¿Cómo será esto? No puedo entenderlo; me podrías dar una explicación. Voy a explicártelo, dijo la madre; pero respóndeme primero a esta pregunta: “¿Me amas tú?” ¡Oh sí, querida madre, por supuesto que te amo! Exclamó Daniel. ¿Y por qué me amas? Porque tú eres mi madre querida. “Pues bien, todos los individuos de una misma nación, de cualquier edad que sean, tienen una madre común que es la Patria. Ella los alimenta con las cosechas de sus tierras; los instruye, los ayuda a adquirir bienestar y fortuna; así como tu padre y yo te alimentamos, te hacemos instruir, y te ayudaremos a prepararte para más tarde ocupar una posición en la sociedad”.

Sí, dijo Daniel; bien veo mamá queridísima, lo que puedo hacer para recompensar todas tus bondades y las de papá, para conmigo. Pero no alcanzo a entender lo que puedo hacer como adolescente por nuestra madre común, la Patria. Pues bien, hijo, cuanto haces por la felicidad de tus padres, debes hacerlo igualmente por la Patria. Los afectos que me profesas, los abrigas también de otra manera, para tu Patria.

Si amas a la patria como es debido, sentirás también pesar por sus dolores y amarguras, como sucede cuando ella está en guerra, cuando le acontece una catástrofe o cuando divergen el presidente Juan Manuel Santos y el expresidente Álvaro Uribe Vélez.

Daniel, hijo mío, ¿acaso no ruegas también a Dios por nosotros algunas veces? “Eso sí, mamá, cada mañana y cada noche”.

De igual manera debes rogar por nuestra querida Patria, a fin de que conserve su sentido común tal cual todos sus hijos, se aprecien y respeten como hermanos. Si esto haces, hijo mío, servirás a la Patria a tu modo, como lo debes y puedes en tu edad.

¡Ahora que quedas enterado de cómo prendar y servir a la Patria, procede y sé un buen patriota!

“Lo propio haremos el próximo domingo, los adultos responsables”.