Aunque al parecer, se vislumbra un cambio de actitud en el panorama educativo estadounidense para aquellos con habilidades más allá de un titulo de bachiller pero con algo menos que un grado universitario. O al menos así lo inferí yo de una infografía de la firma Edelman, fundamentada en un estudio de la Universidad de Harvard, la Universidad de Georgetown y la Agencia de Estadísticas Laborales estadounidense.
En esencia, los resultados del estudio de la Universidad de Georgetown, sugieren que “el valor de la formación académica universitaria es evidente cada vez más”, entre otros, porque los sectores de la economía de más rápido crecimiento, buscan todos que su fuerza laboral sea de grado universitario. Lo que es absolutamente válido para todas aquellas personas que pueden costeársela.
De su parte, los resultados del estudio de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, destaca que el 69 por ciento de las empresas manifestaron que su desempeño está siendo impactado por la incapacidad de conseguir mano de obra calificada tal cual, 34 por ciento de los entrevistados expresaron que su productividad se ha venido abajo como consecuencia del susodicho asunto.
Por su parte, las cifras de la Agencia de Estadísticas Laborales estadounidense, sugieren la desidia con la que los líderes estadounidenses hasta ahora han asumido el asunto y como recién empiezan a prestar atención a la forma en que mejor puede prepararse y entrenarse a los bachilleres, para que asuman el 50 por ciento de los empleos que no requieren de un grado universitario para ejercerlos —aquellas “habilidades intermedias” que por toda una generación han sido desechadas—. Es así y según declara el doctor Joe Fuller, autor del estudio, que «estas “habilidades intermedias” críticas, proveen una senda para alcanzar ofertas laborales mejor pagas, novedosas habilidades tal cual oportunidades laborales mucho más amplias».
En ese orden de ideas y a cambio de la frívola necedad de la gente en recursos humanos que, sostienen que “el prestigio del centro del que egresan los jóvenes es determinante a la hora de elegir un candidato para determinado cargo”, debería ser la forma indicada de abordar el asunto para aportar al desarrollo y la competitividad, considerando que en la actualidad las instituciones de educación intermedia, las universidades, las corporaciones y el gobierno estadounidense, se empeñan en encontrar nuevas formas de acreditar y entrenar a la fuerza laboral, ya que ésta puede moldearse por dinámicos cambios, al tiempo que las nuevas tecnologías evolucionan para ayudar a clausurar la susodicha brecha.
Estimo que no solo en Colombia, la tradicional formación académica superior amerita una concienzuda revisión si ha de mantenerse a la par con las exigencias del desarrollo contemporáneo, pues tal como lo sugiere Jack Welch, comparto su noción de que “la educación es un campo de acción poco menos que competitivo, donde el costo continua aumentado tal cual alejando a la mayoría de la gente”.
Ya en últimas y para todos aquellos Carlos Osorio que, se esforzaron por alcanzar su educación superior, independiente de la marca de su Alma Mater, sugiero hacer caso omiso de la necedad con las que orientan los departamentos de recursos humanos, cuatro alternativas para impulsar la profesión, acostumbrarse a buscar sus propias oportunidades, redimir su proceso de innovación, enseñarse a pensar por fuera del recuadro tal cual alinearse más allá del statu quo, teniendo siempre en mente la noción del otrora Presidente y CEO de General Electric, sobre el “por qué debe uno anhelar el músculo de las grandes compañías pero la esencia de las pequeñas”.
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