Ahí tienen pues la fórmula presidencial que verdaderamente merecemos los colombianos: Nairo Quintana y Rigoberto Urán. Así se me antoja, al considerar una analogía directa entre los diversos niveles de relación entre los gerentes y los empleados o si se quiere también, entre los candidatos y los electores. Dado el acelerado ritmo de transición en el que actualmente gira el entorno de los negocios, una de las principales materias primas que una empresa puede poseer, es el “beneficio de la duda” de sus empleados. Pues si éstos están dispuestos a otorgarle el “beneficio de la duda” a sus respectivas compañías, entonces así los “empleados–electores” darán la contienda por cada una de las innovadoras iniciativas propuestas, independiente de que tan sensibles o controversiales puedan éstas ser. La carencia de vínculos legítimos entre gerente y empleado hará que cada iniciativa sea percibida con sospechas, independiente de lo bien intencionada. Entonces, desarrolle usted un negocio productivo, captando el talento como la pasión del “empleado–elector”. ¡Nairo presidente!
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