Usted como emprendedor comunitario

Usted como emprendedor comunitario. Sencillo sería asumir que el término “emprendedor comunitario”, corresponde solo a una clase de empresario en particular, como lo es aquella que concibe sus negocios y empresas en torno a estructuras ideales para favorecer la transformación cultural a lo bien. El inconveniente con dicha aproximación es que todos los demás que no encajan dentro de la susodicha descripción, quedarían exentos de su responsabilidad comunitaria. El prefijo “comunitario” implica que el emprendedor habitual no tendría nada por qué preocuparse tal cual la meta de todas aquellas organizaciones y proyectos que no emplean el prefijo “comunitario” (diga usted como las que licitan y los que otorgan los del Carrusel de la Contratación), sería amasar la mayor cantidad de riqueza en el menor tiempo posible. Pero infortunadamente para los aventajados emprendedores sin prefijo, así no opera la humanidad. Cada proyecto genera una reacción y de esta se espera un cambio comunitario. Podría ser entre otros, la labor que asumimos (diga usted por ejemplo, un entrenador en el Nuevo Fútbol colombiano, Arbey), las cosas que elaboramos o los efectos secundarios que suscitamos. Pero aquellos efectos secundarios que no producen transformación comunitaria alguna, son apenas meros efectos secundarios sin valor o al menos para la comunidad. Cuando se elige gestar el cambio, somos responsables del tipo de transformación que elegimos propagar. Todos nosotros, independiente de la ocupación o los proyectos que decidamos emprender, deberíamos procurar por un cambio comunitario y, si termina siendo positivo o negativo para la comunidad, depende de nosotros, Arbey. Así pues y como están las cosas en el convulsionado entorno social, resulta que todos realmente somos emprendedores comunitarios. El quid del asunto es solo que algunos eligen ejercer un mayor y más sobresaliente impacto que los demás. Ser “emprendedor comunitario” es cuestión de rango, no de etiqueta.

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