Preferible la cotidianidad sin estereotipos

Manchas, hormonas, acné, padres, formación académica, actividades extracurriculares, el parche de amigos: ser adolescente nunca ha sido fácil. Sin embargo, cómo logran por estos días los adolescentes hacer frente a nuestro entorno impulsados por las redes sociales, es todo un misterio para mí.

Según una investigación reciente, pasar demasiado tiempo en las redes sociales se ha relacionado con un aumento de la depresión adolescente debido a su enfoque continuo en la ‘existencia perfecta’ de aquellos con estilos de vida más ricos y ostentosos. Así mismo, otro estudio realizado en Gran Bretaña refleja que una de cada 10 personas se ha sentido infeliz con un evento o momento relevante en sus vidas como resultado directo de las redes sociales.

En ese orden de ideas, nada de estereotipos, ni tradicionales, ni novedosos; sin importar, qué tanto empeño le impregnemos al asunto los mercadólogos. ¿Entendiste, pelado? Preferible la autenticidad.

Para bajar la nota, no existe nada mejor como tener que comparar su vida con la versión amigable para Instagram. Las marcas que se alinean con las personas más influyentes del mundo deben ser conscientes del impacto negativo que estos estilos de vida ‘encantadores’ pueden tener en el resto de los mortales ‘comunes y corrientes’. Aspirar a todas esas falacias filtradas nunca será la senda de la satisfacción.

Fuera del entorno de las redes sociales, los mercadólogos, pretendemos dejar de vender abiertamente la vida estereotípicamente ‘perfecta’. En el imaginario colectivo quedaron las imágenes de aquella época dorada de la publicidad, la de los ‘Mad Men’, la del padre fumador de pipa, la de la feliz ama de casa y la de la familia indivisible que, ahora intentamos sustituir con una versión existencial un poco más igualitaria, valiente e inclusiva, condimentada con el toque de publicidad que todo buen mercadólogo domina a las mil maravillas. La industria de la comunicación ha mejorado considerablemente la representación de las etnias, personas, comunidades y familias de diversas composiciones, aunque todavía queda madeja por recoger.

No obstante, los mercadólogos todavía nos aferramos a los estereotipos. La industria publicitaria a menudo ignora la sutileza, los matices y la realidad cotidiana de nuestras vidas a favor de algo más exagerado o espectacular.

En ese orden de ideas, los mercadólogos tendemos a retratar a los adolescentes como bastardos malhumorados que andan pegados a sus teléfonos. Las damas con tipos de cuerpo natural se muestran tan desafiantemente orgullosas de sus cuerpos que nunca se molestan en usar ropa. Por supuesto, es maravilloso celebrar la belleza de las mujeres de diferentes formas y tamaños, pero no necesitan estar ellas completamente desnudas a toda hora para tener confianza en su propio cuerpo.

La industria publicitaria tiende a llegar al extremo para transmitir mensajes de la forma más ágil y sencilla posible. Estos extremos pueden ser necesarios cuando se trata de cambiar las percepciones y el comportamiento o enfrentar algún tipo de tabú.

No debemos olvidar, ciertamente, que los mercadólogos hemos ayudado a crear muchos de los tabúes que ahora estamos tratando de confrontar. Basta con observar la transformación del anuncio de tampones. Pasamos de mostrar a las mujeres en parapente con jeans blancos impecables a un verdadero baño de sangre. Los extremos funcionan de maravilla para ciertas categorías de producto, así como la política en época electoral. Pero para presumir de su nuevo despertar, las marcas no siempre tienen que encontrar el valor más deslumbrante.

Pretender siempre los extremos en su comunicación es arriesgado, pues lo que dice puede llegar a parecer inexacto tal cual lo fueron las imágenes estériles que la publicidad produjo en las décadas de los cincuenta y sesenta.

Al respecto, debe usted reflexionar, ¿cuál es la verdadera motivación detrás de lo que intenta producir; o cuál es el tono que pretende? Procuremos relajarnos un poco y reflejemos a las personas como individuos con historias cotidianas y no tan espectaculares, ni excéntricas.

En lugar de emplear mensajes extremos respecto a algún tema o asunto particular de la existencia, contextualice su narrativa en un entorno más amplio para que así las personas ‘comunes y corrientes’ puedan relacionarse con él.

Aguante el impulso que lo lleva a siempre tratar de encontrar el atributo valor deslumbrante o aquel de remplazar los estereotipos tradicionales con estereotipos contemporáneos.

Por último, y lo más relevante de todo este asunto, asuma la responsabilidad, si es usted de lo que anda por ahí engañando a la audiencia con estilos de vida ilusorios o irreales, tipo Instagram que, por lo demás, afectan la salud mental del consumidor. Quizás así, la publicidad entonces encuentre un asomo de realidad consumo sentido.

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