El perfeccionismo puede impulsarnos a ejercer una labor ejemplar, aunque también puede aumentar nuestra ansiedad y disminuir nuestra productividad. Para evitar que el perfeccionismo se interponga en nuestro camino, aprenda a identificar cuándo es el momento indicado para dar por terminada una labor y proseguir con la siguiente.
Una forma de hacerlo es crear una lista de verificación de los elementos esenciales de una tarea. Si está uno elaborando una presentación para el cliente, diga usted, por ejemplo, asegúrese de que la presentación aborde las principales inquietudes y detalles por los cuales el cliente debería contratar a la agencia.
Nuestro ‘perfeccionista interno’ (todos lo llevamos), podría preocuparse en vez, por la elección de la tipografía, la plantilla, así como cada punto y coma del escrito. Sin embargo, si uno elabora una lista de verificación, y se arma de paciencia para revisar punto por punto, podrá así validar la relevancia del contenido.
Otra alternativa es pedirle a un colega de confianza que nos ayude a obtener una perspectiva. En ocasiones, es oportuno y vale la pena si alguien nos brinda su opinión en cuanto a la calidad del bosquejo de la propuesta o, quizás simplemente, para reafirmarnos que la propuesta cumplirá con su cometido de cautivar al cliente.
Sea cual sea el caso, los estándares de excelencia en el quehacer profesional son magníficos, pero no deberían ser un obstáculo para que uno no pueda realizar su labor como corresponde.