Cual heroína de película resurgió está semana para oficializar su deseo por la alcaldía de Bogotá, la ex-senadora del Partido de la U, Gina Parody. Un gesto que francamente me impresionó, no tanto por su aspiración ni su lema de campaña —Quiero poner orden en Bogotá— como por la sarta de vulgares sandeces que, su atrevida postulación logro suscitar entre sus conciudadanos. ¿Secuela de nuestra exacerbada frustración? Quizás. Mas la ordinaria actitud, extemporánea y miope, para nada servirá; tal cual considero, la opinión de Ernesto Yamhure [@eyamhure] sobre la canciller María Ángela Holguín y “el reblandecimiento de la diplomacia de San Carlos”. Y de por Dios, que alguien le suministre a este paisano, el valor de “la venta de unos bultos de comida a los venezolanos” —porque yo sí le puedo decir que “de la dignidad de nuestra nación”— no vivimos ya hace mucho tiempo los colombianos, particularmente aquellos que exportan a Venezuela.
En fin, estamos en año de campaña y no comprendo la conmoción por la pretensión de Gina Paradoy al segundo cargo de elección popular más importante del país, ¿acaso ella difiere tanto de los demás candidatos? Estimo que no, y se me ocurre un sin número de expresiones chabacanas para ilustrar el asunto, pero me abstengo por convicción. Es desafortunada como inevitable, la suerte que enfrentamos al elegir por mero pálpito al candidato menos malo, y en contraposición con aquellos coterráneos que votan amparados por oscuras fuerzas que los transportan en volquetas, prometiéndoles suplir sus necesidades más básicas. ¿Acaso quedarán por ahí dirigentes predispuestos a retomar el liderazgo con entereza? Confío en que si los hay.
Para ellos, como para todos aquellos políticos que pretenden conservar su vigencia sin, reparar en su cargo público actual, al que aspiran o el que alguna vez ejercieron; unos cuantos consejos sobre administración y liderazgo, cortesía de Nicolás Maquiavelo. Sí, aquella divisiva y polarizada figura histórica cuya obra, transcurridos 500 años aún impacta y controvierte; en efecto, el mismísimo que algunos consideran como el primer gran realista y autentica influencia para la política y el capitalismo moderno.
Aquellos que apetecen el éxito constante deben cambiar su conducta acorde con los tiempos— Los líderes deben aprender a adaptarse en un entorno turbulento y de rápida transformación para evitar el desastre político (¿el Polo Democrático?). Después de todo, este es el principal motivo por el cual la mayoría de los políticos se queman.
Los políticos innatos son aquellos que comprenden que hay poca diferencia entre obstáculo y oportunidad, y son capaces de aprovechar ambos a su favor— Su primer y más relevante objetivo es encontrar una única, como innovadora solución que resuelva una monumental necesidad, bien sea de un sector específico o de la población en general. Sin obstáculos no existirían las oportunidades y con el acontecer, son estos mismos obstáculos los que predisponen las barreras para sus contrincantes.
Ninguna gran labor se logra sin correr riesgos— La inclinación por el riesgo es un factor crítico para el éxito.
Donde prevalece la voluntad, perece la dificultad— Encontrar su pasión es fundamental para el éxito político. La única alternativa para producir grandes resultados es estimar lo que se hace.
Pierda el interés por preservar el statu quo, destitúyalo— Busque la forma de hacer mejor las cosas. Quebrante los paradigmas (¡los paradigmas!).
Rodéese de personal competente (¡competente!)— El primer método para estimar el intelecto del político es reconocer a sus colaboradores. Los débiles están cercados por endebles lugartenientes. Los políticos robustos siempre contratan lo mejor. Y los demás, son los demás.
El ego es la distinción entre el infante y el adulto— Evite el exceso de autoestima, le hará la vida más amable hasta sus electores.
Tome la iniciativa en los procesos que ameritan innovación— Imponga un nuevo orden. Sus electores se lo agradecerán y le retribuirán con su permanencia en el poder.
Sobrepongan la posición materialista de Maquiavelo e impregnen sus campañas de sagacidad, como para aumentar sus probabilidades de que les elijamos como gobernadores, alcaldes, concejales, diputados o ediles en las próximas elecciones.
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