Es cierto que por años, los médicos han disfrutado del estatus glorificado de su profesión que, nosotros los consumidores les otorgamos sin reparos. Mas de la mano de las falencias del sistema de salud, como de la corrupción y el desangre actual, es el momento de sobreponer nuestra condición de pacientes y exigir lo que por derecho nos corresponde. Ya no es viable para el usuario seguir tragando entero, y pretender a ojo tapado, continuar eligiendo de los directorios de las medicinas pre-pagadas (en el mejor de los casos), el nombre del especialista al que le confiaremos nuestra salud, por el mero hecho de la conveniencia de la ubicación de su consultorio. Ni que decir de las IPS (Instituciones Prestadoras de Servicio), en particular aquellas que se encuentran por fuera del POS (Plan Obligatorio de Salud).
Y es que no es poca cosa, que transcurridos 18 años de expedida la Ley 100 de 1993, el sistema que nació con demasiados vacíos esté al extremo del colapso. Culpables somos todos. Desde los genios del sistema que estimaron el costo de asegurar la salud desconociendo de qué se enfermaban y morían los colombianos; como aquellos que sin estudios adecuados de morbimortalidad, definieron el contenido de los planes de beneficios (POS) a los que tenían derecho los asegurados; hasta los intermediarios del sistema, verbigracia los médicos, la industria farmacéutica, las clínicas y hospitales, las EPS, y por supuesto, nosotros los consumidores (aquellos que los médicos y el sistema llama pacientes).
Por esto y porque desconocemos a que dedican su tiempo y nuestros recursos, los organismos de vigilancia y control como la Superintendencia Nacional o las Secretarias de Salud, permisivas y al margen del despilfarro de los recobros, y otras tantas prácticas lesivas para el ingenuo paciente; desde ya quiero conocer todo lo que me ofrezcan acerca del médico y de las instituciones a las que confiaría mi salud si así lo requiriera.
Lógicamente y por no haber sido de su incumbencia, los materiales de comunicación de los médicos (si es que los tienen), como los de las IPS, son todos en su gran mayoría deficientes. Es el caso de los portales web o de los impresos que, conciben los médicos en lenguaje excesivamente técnico, asistidos por diseñadores gráficos que los recargan de elementos inútiles cuyo único aporte es la distracción y la deserción del consumidor.
Sugiero a los médicos interesados en predisponer el diálogo y la subsecuente interacción con el consumidor:
Elaborar su contenido para persuadir— Utilice contenido original. Podría estructurar un recurso de consulta en línea, desmitificar su especialidad, proporcionar elementos de tamizaje, o sencillamente responder algunas de las preguntas más frecuentes.
Persuadir— Proporcione al consumidor su percepción como especialista, los beneficios y las razones para creer en su consulta.
Exponer su contenido y experiencia profesional— Son obvias las razones por las que el consumidor está ávido de información idónea que le permita identificar las alternativas indicadas de servicio para su salud.
Lamentablemente en la actualidad, son más los médicos colombianos que perciben como irrelevante la difusión de su imagen y posicionamiento de marca, que los que la entienden como una oportunidad para conservar y aumentar su interacción con el paciente. Y es que los motivos de barrera como percepción de trayectoria y reconocimiento, formación académica o sencillamente mera convicción, palidecen al considerar que el ejercicio permite al médico establecerse como experto en su especialidad, y captar la atención del consumidor que, a la postre significará mayor volumen de pacientes, ya que éstos dispondrán de los elementos de juicio para elegir a los actores del sistema con quienes interactuarán.
Si duda, el despertar será rudo para quienes insistan en su falso sentido de pertenencia.