Haga de cuenta que está usted en medio de la ‘batalla final’ de Juego de Tronos, dando tumbos de aquí para allá, su rostro bañado en grana con la sangre de algún querido colega, cuya cabeza ahora rueda por el suelo por los empellones que le dan los soldados de un ejército rampante sin rostro. Todo a su alrededor es frenesí, la gente luchando con ahínco para poder sobrevivir y, en un instante que le concede el clamor de la batalla para recuperar su aliento vital, reflexiona usted: ‘¿Por qué carajos se complica tanto la gente definiendo y ejerciendo el carácter de marca propio?’
Sin duda que, por estos días, hay muchas personas por ahí que perciben dicha dificultad. El carácter de marca contemporáneo puede ser un asunto desagradable, feroz y combativo tal cual los turbulentos vientos de cambio, no obstante, entre tanta intensidad y exabrupto, se puede descubrir algo positivo. En esta ocasión, cortesía de los aprendizajes que para el entorno del carácter de marca personal deja la espectacular narrativa de Juego de Tronos.
Por supuesto, hay algunas enseñanzas obvias como, por ejemplo, diga usted, no ser presuntuoso en una pelea mano a mano con Gregor Clegane, ‘la Montaña’ (un competidor masivo) si no quiere que le salten los globos oculares (disminuya su participación de mercado) y le destripen el cráneo (se reduzcan sus márgenes). Sin embargo, al final del día, en realidad solo hay una gran lección a la que todos debemos prestar atención.
‘Saque a flote ese gran Dragón que lleva dentro’.
Porque sin ese poder de fuego volador u otros dos bajo la manga, puede usted ir empacando su mochila y regresar a la isla de Naath, junto con ‘Gusano Gris’ y sus hombres, allá en el Mar de Verano, el que está en la costa noroeste del continente de Sothoryos, al oeste de las islas del Basilisco y al este de las islas de Verano.
Aparte de ser absolutamente sensacionales, los dragones son lo más parecido a un carácter de marca personal robusto. Representan aquellos atributos de marca extraordinarios y emocionantes que nos identifica, y que la gente de carne y hueso no puede dejar de percibir.
Los dragones, así como cualquier buen atributo de marca personal, son grandes, estruendosos, absolutamente únicos y, cuando apuntan en la dirección correcta, se convierten en leyenda, creando así historias duraderas que reverberan en la cultura popular durante siglos.
Estas majestuosas ‘bestias’ no solo están totalmente dedicadas a su propietario (que por lo demás, son muy buenos emblemas bajo los cuales ejercerán los seguidores leales), sino que también tienen la inteligencia como para ser sensibles o apáticos cuando así lo requieren. Un aspecto fundamental del carácter de marca personal, por desgracia, ausente en la mayoría de las personas reales en el actual entorno social.
Naturalmente, podrán también dejar uno que otro pedazo de tierra carbonizado, desconcierto y alaridos de terror de aquellas personas que no entienden lo que está aconteciendo, así como monumentales costos de veterinaria, pero ninguna de estos aspectos debería ser obstáculo para que uno haga lo que uno pretende.
No me malinterprete, no siempre será sencillo consolidar un carácter de marca personal robusto, entre otros, porque siempre habrá mucho distractor más allá de los muros ‘Desembarco del Rey’ o de ‘Invernalia’. Y al igual que dragón sin salir del cascarón, es posible que en los primeros intentos obtenga un imperfecto borrador o tenga usted que caminar sobre el fuego antes de que pueda surgir el dragón que lleva dentro. Pero, así como le dirá cualquier persona que valga su peso en acero de Valyrio, en últimas, ‘todo el suplicio y las dificultades valdrán la pena’.
Si vamos a prosperar en este mundo reluciente al que llamamos cultura, debemos asegurarnos de que estamos generando constantemente objetos espectaculares, estruendosos y, particularmente, asombrosos, si éstos terminan siendo novedosos.
Si bien la probabilidad de que alguien disponga de un carácter de marca impecable que, incluye todos los valores indicados y que conlleve a una experiencia de marca eufórica es bastante escasa, procure usted como mínimo apuntar a algo tan fascinante como la fulgurante garganta de un dragón a punto de escupir su incandescente descarga, de modo que incluso si se queda usted corto, le habrá dado a la gente de carne y hueso algo fascinante de qué hablar.