Louis Vuitton a punta de posicionamiento, segmentación e investigación de mercado. O como quien dice, mero marketing clásico. Sí, aquel que tendría entre otros, el guiño aprobatorio del mismísimo Philip Kotler. Y no me malinterprete, pues no es que esté en contra de las nuevas tendencias. De hecho, en mi acontecer profesional he visto varias ir y venir como otras tantas que no regresaron.
En esencia, el quid es que en este tiempo de medios sociales, aún ningún ferviente representante de los movimientos más sonados del marketing contemporáneo, diga usted por ejemplo, el neuromarketing, el storytelling, el marketing de contenidos y demás eufemismos, esgrime hasta ahora algún argumento contundente más allá de las meras conjeturas que, justifique sus bondades como su práctica para las marcas.
Y es que por estos días de redes sociales, un medio de comunicación tradicional ya es novelería.
Recordarán pues mis contemporáneos que por allá en 1991, Steve Case asumía como CEO de America Online tal cual, cómo en años subsiguientes convertiría la compañía en lo que hoy día, los más jóvenes conocen como AoL: una corporación multinacional de medios masivos con sede en Nueva York que desarrolla, consolida e invierte en marcas como en sitios web, y cuyo alcance operativo gira entorno a la distribución de contenido digital, productos y servicios que, ofrece por igual al consumidor, los editores y los anunciantes.
Sí, la década de los 80 dejó un buen número de negocios florecidos, tal cual fue el caso entre otros de, las revistas People y Personal Computer Age; la televisión por cable, puesto que HBO empezó a transmitir 24 horas al día y Showtime produjo su primera película.
Aunque quizás, el artículo comercial más fogoso de la época fueron los video cassettes, cuya introducción de mercado se dio por allá en los años setenta en el formato Betamax y posteriormente el VHS, su sucesor. De seguro mis coetáneos, aún recuerdan el beneficio que el susodicho medio otorgó, al permitir desligarse de los horarios de transmisión impuesto por las programadoras como haber “grabado” uno que otro partido de los mundiales de fútbol 1978, 1982 y 1986 (y que con certeza, muchos todavía conservan).
Cientos de pequeños negocios caseros surgieron por todo el país, ofreciendo el novedoso servicio de alquiler de películas grabadas en este innovador medio: en Cali, aún recuerdo El Buho como haber rentado completicas al menos, las dos primeras temporadas de Miami Vice.
Y por supuesto que también tengo presente el icónico Betatonio, y su posterior desaparición de mercado, por allá a finales de 2007 y después de 28 años de existencia y 35 tiendas en Bogotá.
En fin, la oferta de películas fue tan variada como el perfil de sus propietarios, lo que a la postre impulsaría el naciente negocio de los videos tal cual lo haría más tarde, la Internet. Aunque afirmaría sin temor a equivocarme que, David Cook habría de tener mayores expectativas, cuando con 8.000 títulos inauguró en Dallas por allá en 1985, su primera tienda Blockbuster.
Cook era experto en bases de datos, contrario a sus competidores independientes que sabían de películas pero, éste a diferencia de los demás, había concebido investigar los hábitos del consumidor, y por lo que asignaba los títulos a las tiendas acorde con sus preferencias, logrando de esta manera ofrecerles una experiencia inigualable mientras que a la vez, establecía un modelo de venta al detal que pronto se convertiría en estándar.
Posteriormente, Cook vendería seis tiendas y Blockbuster, cortesía de varias compañías matrices, habría de consolidarse como una plataforma gigante de distribución de medios, aun cuando eso y como decimos en Colombia, ya es historia patria.
La moraleja es que, siempre habrá nuevos medios. El quid es, mantenerlos vigentes.
Prudente sería, prestar atención a su entono de negocio, no vaya ser que el storytelling como el marketing de contenidos tengan los días contados.
Yo que usted, iría desempolvando cuanto antes todo lo que encuentre de los autores clásicos del marketing, Philip Kotler no está demás.
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