Cuando el panorama cotidiano parece mejorar, adoptamos las buenas nuevas efectivamente y, razón por la cual, por lo general, toma muy poco tiempo materializar las mejoras tal cual asumir las susodichas expectativas. Pero cuando surgen los sucesos tipo PetroTigre y Fidupetrol; Cartel de los Pañales, o del Papel Higiénico, o de los Cuadernos; la estafa en masa de la Universidad San Martín; o el soborno en la Corte Constitucional y demás, es inevitable dejar de pensar en las consecuencias de la pérdida, extrapolando el modelo hasta la perdición, así como conviviendo con dicha desgracia inclusive desde mucho antes de que ésta se presente. Este es un desperfecto en nuestro sistema cultural, aun cuando no significa que no podemos remediarlo, ya que podemos darle nuestro propio sentido a los medios que elijamos digerir, si al hacer las veces de curador de contenido decidimos cuál narrativa adoptar y, a cambio de tragar entero la historia de otros cuyos objetivos difieren de los nuestros. En ese orden de ideas, habrán de ser los mismos hechos, pero desde distinta óptica de experiencia. Y por lo demás, corrupto es corrupto, independiente de su jerarquía o estirpe.
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