Es cuestión de política

Tan sólo déjeselo a la política para que el negocio del posicionamiento de marca se perciba como responsable y cuerdo.

¿Se imaginan si los consumidores, diga usted, de crema dental Colgate o Sura seguros, fueran tan inconscientes o apasionados como el furibundo elector promedio de los partidos Liberal, Conservador, de la U, Cambio Radical, o demás? Éstos comprarían crema dental porque personifica los principios fundamentales de la higiene oral, o tomarían pólizas de seguros como para que otros asegurados pudieran pagar más. Cuando dadas las circunstancias, los atentos consumidores actúan como ciudadanos, sus preferencias parecen cada vez menos decisiones aprendidas, y mas bien se asemejan a movimientos por reflejo. Generalmente sus opiniones brillan por ser independiente de los hechos.

Peor aun son los políticos y sus partidos que toleran y promueven por igual esta sandez, propagando un sin número de verdades a medias, insinuaciones confusas (¿la audiencia de ayer del ex presidente Uribe?), y en ocasiones ya muy frecuentes, patentes mentiras para ganar votantes. Ninguna marca comercial podría salirse con la suya con semejantes frívolas promesas, sin embargo, los políticos continúan lanzando sus argumentos, en la forma de cualquier despropósito que ellos consideren que sus electores quieren escuchar. Les divierte tocar su son a un número cada vez mayor de indiferentes y desinformados seguidores.

Cuando los medios de comunicación describen a los políticos en términos de branding, insultan a cuanto marketinero existe alrededor del mundo.

De la multitud de dificultades reales como importantes, se encuentran innumerables alternativas tales como desempleo, corrupción, inseguridad, damnificados por el invierno, desplazados, terrorismo, narcotráfico, y la lista pareciera no tener fin, pero es la impunidad, a mi criterio, la más nefasta. No obstante los políticos no hablan de ello, comentan con rodeos, se la pasan por la faja o sencillamente la ignoran por completo, y en consecuencia nuestros debates se centran en los Derechos de Autor en la Internet, el TLC con Estados Unidos, la Ley de Inteligencia o demás asuntos urgentes, pero que nada tienen que ver con el más peludo de nuestros problemas. Pareciera que todos los partidos políticos se sienten a gusto perpetuando la ruidosa distracción, y más grave aun es, ver como los electores se entretienen con ello.

Si PepsiCo o Chevrolet en Colombia fueran tan falsos con su branding, serían castigados inmisericordemente tanto por los consumidores como por sus detractores.

¿Qué es lo que vamos a hacer entonces? Se acerca con rapidez otro despelotado ciclo de elecciones regionales, donde con seguridad escucharemos la verborrea de siempre sobre el transporte masivo, las regalías, los impuestos y cuanto proyecto logren concebir los candidatos para aliviar las penas de sus regiones y ciudades; tal cual escuchamos las necedades sobre las economías de escala de los mercados libres y demás fantasías del liberalismo libertario.

Con premura necesitamos una plataforma en común fundamentada en realidades y hechos, no en ideas.

Es frecuente encontrar en el marketing corporativo, un instrumento llamado tablero de mandos, es allí donde se exponen diversas cifras significativas, comúnmente denominadas Indicadores Claves de Desempeño, por sus siglas en inglés, KPI’s. En términos generales, los objetivos de cualquier actividad de marketing  deben ligarse para que impacten una o más medidas que la compañía haya identificado como relevantes para su éxito. Utilizando una serie de números que tienen especial significado en toda la compañía, como para que las ventas, las ganancias, y la retención de clientes, también sirvan para filtrar todas las afirmaciones cualitativas y predecibles que las marcas están propensas a hacer. De nada servirá repetir algo un sinfín de veces si no se logran mover los indicadores de volumen, parecería como si uno estuviese hablando con sí mismo.

Tenemos exceso de cifras sin sentido, que van desde UVR e IBR, hasta PIB, por lo que reemplazarlas con algunas que hagan la diferencia no será del todo tan difícil. Los partidos políticos podrán publicarlas, como para que nosotros los electores las utilicemos como prueba ácida para medir los lances de sus políticos, hacer que se comprometan con el cómo impactarán las cifras, y responsabilizarlos por los resultados, al igual que podrán servir de base para delinear las distinciones entre los dirigentes de los diversos partidos.

¡Bueno! Quizás son un tanto ambiciosas las pretensiones de destino para nuestro barco, pero la alternativa de seguir gritándonos mientras se hunde, tampoco es que sea muy alentadora.