En jaque lo tienen aquellos que de tanto en vez pretenden aparentar de innovadores agentes de la profesión, reencauchando las nociones de autores clásicos amparados en rimbombantes nombres o sofisticados conceptos tecnológicos: ¿o acaso qué más podría ser el “self-customization” y el “neuromarketing”? El primero sin duda, un reencauche de algún agente de marketing 2.0 que tomó prestado las nociones clásicas del “uno por uno” que describieran Don Peppers y Martha Rogers por allá en (1993), para él acuñarlo llamativamente “self-customization”.
Y por la orilla del neuromarketing, una sofisticada forma de encarecer la investigación de mercado para mí, pues todas aquellas “mediciones psicofisiológicas periféricas y centrales (actividad cerebral, ritmo cardíaco, respuesta galvánica de la piel, etc.) de los sujetos estudiados para obtener conclusiones”, no son más que “mumbo jumbo”.
Podrá usted o no estar de acuerdo conmigo, pero calcule sino que, no han podido los neurólogos determinar la etiología de la epilepsia, la demencia senil, la esclerosis múltiple y otras tantas patologías del sistema nervioso central, como para validar lo factible que es predecir la intención de compra del consumidor, “analizando cuáles son los niveles de emoción, atención y memoria que poseen los diferentes estímulos percibidos de forma consciente o subconsciente con la intención a mejorar la gestión de recursos en la empresas sin incrementar los gastos innecesariamente y aumentar los productos que existen en el mercado, así se mejora el bienestar social y se entiende la toma de decisión del consumidor”.
Sí, estimo que el marketing está en aprietos, tal cual lo están todos aquellos que dicen ser agentes de marketing y segmentan su actividad profesional, llamándola entre otros, marketing 2.0 so pretexto de aparentar como innovadores.
Sí, en problemas están todos aquellos que no hayan estructurado su profesión fundamentados en las nociones de Peter Drucker y otros tantos autores clásicos.
Sí, impedidos para ejercer la profesión también están aquellos que desconocen las normas de la buena publicidad o que les resbala los nombres Draper Daniels y David Ogilvy.
Si, comprometen la profesión los que creen que “muestra” es una galletita que les dan a probar en el supermercado.
Sí, en problemas están los que creen que el consumidor madruga en las mañanas para entablar una conversación con su dentífrico o con su toalla higiénica.
Y por lo demás, marketing es marketing, ayer, hoy y mañana e independiente de su contexto en el tiempo, tal cual lo sugiere la revista P&M en una nota ya hace un buen rato. Y motivo por el cual estimo no es el dilema del verdadero personal de marketing, el hecho de que algunos perciban que “ya casi nada es como lo aprendí en la universidad” sino más bien, el tener que estirar a diario los límites de la marca más allá de cualquier esfuerzo de la competencia y como para obtener un ápice de ventaja sobre los demás; mientras que al tiempo deben preservar los márgenes de la ética tal cual los requisitos de regulación como para así conservar la integridad, la reputación y un registro de desempeño impecable.
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