El consumidor contemporáneo apresura su ritmo y tiempo cada vez más por estos días de fase dactilar, así como las fronteras geográficas ya poco o nada importan. La tecnología del momento otorga a la gente la potestad de estar en cualquier y en cuanto lugar se le antoje tan solo al alcance de su dispositivo dactilar. En ese orden de ideas, es que el contorno entre el “real existir” y el “dactilar existir” se hace cada vez más difuso, haciéndolo difícil distinguir cuál de las dos prevalece en el consumidor.
Ya en el entorno de las marcas, también es particularmente extraordinario por estos días, advertir cómo éste está volcado a consolidar las submarcas bajo el amparo de la madre, y no precisamente por lo novedoso de la aproximación en el desarrollo de marca, sino por la cantidad de negocios que están abandonando sus portafolios de marca independiente y como para dirigirse hacía un enfoque corporativo mucho más particular.
Si como ejercicio observa usted a la gente tal cual si fueran marcas, encontrará usted que allí existen semejanzas con la escala de relaciones de marca que puede emplearse para explicar lo que actualmente acontece con la cultura, que es particularmente relevante por ser una tendencia que está mucho más en línea con la forma en que la gente opera por estos días. Cuando una marca obra en el mismo contexto en el que obran las personas, es mucho más fácil desarrollar y sostener una relación con el consumidor en el ámbito personal.
Previo al estridente advenimiento dactilar, era mucho más sencillo discernir los límites tal cual las restricciones del mundanal existir. La venta al detal acontecía en un horario establecido, la gente iba a la oficina de ocho a seis y regresaba a casa para hacer tareas con sus hijos, ver las novelas y relajarse un poco. Obrar dentro de dichos márgenes, entre otros, facilitaba dejar el trabajo profesional en la oficina. O como quien dice, la gente como si fueran marcas, podía operar su cotidianidad con enfoque de submarca, lo cual les concedía una sensación administrativa de control, ya que ésta es fundamental para la privacidad.
Y luego con el cantar de un gallo, llegó la era dactilar, donde los límites tal cual las restricciones son lo que a nosotros mejor nos parezca, que a la postre puede ser tanto grandioso como ambiguo. En consecuencia, deambula por ahí toda una generación de personas que tienen poca o ninguna noción del concepto de privacidad como tampoco ningún afán por abordar cualquier aproximación que permita distinguir entre lo “real y lo “dactilar”. En la Internet, nuestro rastro dactilar ronda por doquier, facilitando así ser encontrado por cualquiera que desee buscarnos. La amalgama de todos los aspectos de nuestro acontecer personal, innato por lo demás, para toda una generación como para cualquier persona que pretenda adoptarla, permite asumir una aproximación adaptativa y sin ningún impulso que motive a diferenciar entre ambas; un estado mental progresivo, flexible y ágil, que hace mucho más sencillo “ir con la corriente” y como en estado catatónico.
El amparo de marca no es un modelo apto para cualquier marca, aun cuando también es cierto que ninguno de estos modelos es más favorable que el otro; el quid es que, para una submarca es igualmente sencillo adaptarse tal cual lo es para una marca bajo el amparo de la madre o si prefiere la analogía: cualquier persona que pueda distinguir claramente su acontecer existencial de entre lo “real y lo “dactilar”, podrá estar siempre a la vanguardia de la prosperidad.
Entonces, la implicación real para las marcas es lograr comprender que el consumidor percibe la marca como un todo a lo largo de un muy tenue continuo, tal cual saber discernir el tipo de interacción que el consumidor prefiere con la marca.
Ahora bien, debería usted considerar ¿dónde habrá de gestarse la próxima gran narrativa relevante para el consumidor? Porque es bastante probable, que allí sus clientes crucen el tenue continúo de su marca para ubicarse lejos de su alcance.