Cuando la ansiedad lo embargue porque se percibe amenazado o por perder cosas que le son queridas, la mente lo puede poner a imaginar el peor escenario posible. Para calmar la ansiedad, retome el presente. Empiece por lo obvio.
Diga usted, por ejemplo, nombrando cinco objetos presentes en la habitación en la que se encuentra: ‘hay un televisor, un sofá, un computador, una foto de las vacaciones, y una taza de café’. Respire pausadamente. Observe detenidamente que, en dicho presente, la habitación en cuestión es su realidad inmediata, como que en dicho momento se encuentra usted a las mil maravillas.
Utilice sus sentidos para percibir los objetos mencionados: el televisor está encendido, el escritorio es duro, la taza de café está caliente. Perciba el aire que entra y sale de sus fosas nasales. La idea de dicha aproximación es equilibrar las emociones.
En ese orden de ideas, si percibe que una imagen ‘negativa’ empieza a tomar forma por ahí, imagine de inmediato una positiva. Deshágase de lo que usted no puede controlar, sea compasivo y paciente consigo mismo, así como con los demás. El desinterés en su reflexión puede ayudar a que usted deje de lado algunos de esos pensamientos perjudiciales.
Probablemente, es usted de los que se esfuerza por no percibir sus sentimientos, como si se tratara de una gallada de ‘emociones lesivas’, y puesto que considera que, si se permite, diga usted, por ejemplo, estar triste, dicha tristeza nunca desaparecerá.
Sin embargo, la realidad es que los sentimientos le van a embargar, como que lo van a recorrer de arriba abajo. Eso es apenas normal. Los sentimientos se perciben, pero luego desaparecen para dar paso al siguiente sentimiento que, es lo natural. No existe tal gallada de ‘emociones lesivas’ que pueda atraparlo.
Es necio considerar que en situaciones difíciles no puede usted permitirse el lujo de sentir aflicción. No sea tan exigente consigo mismo, permítase percibir la pena, digiérala, asúmala, y luego prosiga con su cotidianidad.