¿Por qué será que ciertos personajes fallan al considerar las implicaciones morales de sus acciones?
Y, aquí sí, que entre el Diablo y escoja, desde el político calibre Odebrecht o el profesional (curtido, elegante y de alcurnia), el estudiante, el vecino, y hasta la ‘gomelita’ desentendida que no recoge lo que su mascota digiere o el futbolista que simula una falta inexistente.
De lo que hasta ahora se sabe al respecto, puedo compartir que son varias las razones por las que la gente se comporta de forma deshonesta. En lo que respecta a la gente acaudalada, por ejemplo, es la necesidad imperativa de conservar dicho estatus lo que los lleva a comportar de manera cuestionable y sin límites. O como quien dice, y ya para todo el mundo, el sentido de ‘derecho adquirido’ desempeña un papel preponderante en la forma en la que nos comportamos.
Así entonces, y cuando de comportamiento de la gente se trata, lo primero que debe analizarse es la forma de raciocinio que aplican las personas, diga usted, por ejemplo:
¿Qué es aquello que permite el comportamiento deshonesto sin sentimiento de culpa o remordimiento?
Sugiere la investigación que las personas son oportunas para racionalizar las acciones no éticas que sirven a sus propios intereses. El éxito o el fracaso de los hijos a menudo tiene implicaciones en la forma en que los padres se perciben a sí mismos tal cual son percibidos por los demás. Es bastante probable que disfruten del reflejo de gloria de sus propios hijos. Tal parece que alimentan su autoestima por asociación con los descendientes exitosos. Esto significa que los padres pueden ser motivados por el interés propio para asegurar el logro de sus hijos.
En la eventualidad de un hijo tramposo, el padre puede justificar dicho comportamiento a través de comparaciones que le ayuden a desligar moralmente con un determinado comportamiento. Diga usted, por ejemplo, podría decir que ‘otros padres hacen cosas mucho peores’, o minimizar las consecuencias de sus acciones a través de palabras tales como, ‘mi proceder no causó mucho daño’.
Percibir la conducta deshonesta como si fuera servir a lo demás, incluidos los hijos propios, podría inducir a los padres a generar una brecha psicológica que les imposibilitaría racionalizar adecuadamente la mala conducta. Varios estudios demuestran que las personas tienen mayores probabilidades de ser deshonestas cuando perciben que sus acciones también benefician a alguien más. Diga usted, por ejemplo, es más sencillo para un político aceptar un soborno de Odebrecht cuando planea compartir las ganancias con algún colega.
En una próxima entrada, le comparto lo que hasta ahora sugiere la investigación en cuanto al sentido de ‘derecho adquirido’, las ‘consecuencias de la pérdida de estatus’, y el ‘sentimiento de invulnerabilidad’.
Hasta entonces.