¿Quién se es en realidad?
Este ha sido un interrogante al que se ha pretendido dar respuesta durante siglos desde distintas perspectivas, incluidas la filosofía, la psicología, la neurociencia y la conducta. La buena nueva para propios y extraños, empresarios, negociantes o personas naturales por igual, es que no toca ser psicólogo ni neurólogo, u obtener ningún título en los oscuro y difícil de comprender, ni acudir al psicoanálisis para resolver el asunto.
En el entono de los negocios como en el plano personal, existe una forma mucho más sencilla de determinar quiénes somos, al menos en lo que respecta a nuestra personalidad (profesional): ‘solo preste atención a cómo nos juzgan los demás’.
La investigación en ciencias sociales sugiere que quienes somos como profesionales se define preponderado por lo que los demás opinan de nosotros: cómo miden el éxito de nuestro comportamiento y acciones, cómo perciben nuestro carácter y motivaciones, y cómo nos comparan con los demás. O como quien dice, sea que recibamos asesoría informal (como la que aquí les dejo) de nuestros pares o participemos en ejercicios formales relacionados con la evaluación, no hay mejor manera de determinar quiénes somos en lo profesional que evaluar nuestra reputación y ‘marca personal’.
Por su lado, la investigación académica sugiere que las personas con autopercepción precisa y de alto desempeño incorporan las opiniones de los demás en su sentido de sí mismas. Esto puede ir en contra de la sabiduría convencional, pero la capacidad de cada uno para presentarse ante los demás de manera estratégica y astuta es realmente fundamental para alcanzar el éxito en cualquier contexto profesional.
En ese orden de ideas, aquellos que insistan en ejercer bajo la doctrina de ‘no se preocupe demasiado por lo que otras personas piensen de usted’, puede terminar obstaculizando su propio avance profesional. Como lo han señalado las revisiones académicas, las personas exitosas se ocupan de su reputación y se cuidan a sí mismas de aparecer socialmente grato.
Independiente, de si el punto de interacción es en el plano profesional o en el personal, nuestros interlocutores están constantemente obteniendo impresiones de nuestro proceder en función de nuestra presencia física en un espacio tridimensional, incluyendo qué tan firmes son nuestros apretones de mano y la forma en que nuestro tono de voz repercute en la acústica de la sala. Es más, hasta nuestra fragancia transmite información social relevante.
No obstante, en dichos entornos no tenemos la oportunidad de advertir con exactitud cómo nos están percibiendo los demás; para lo cual y como retroalimentación instantánea, nuestras expresiones son un buen indicador de lo que estamos transmitiendo, diga usted, por ejemplo, entre otros, ‘una sonrisa’, ‘un bostezo’, ‘contacto o ausencia visual’, así como aquello que algunos deciden expresarnos directamente.
Ahora bien, ya que por estos días gran parte de nuestra comunicación se realiza en línea, la mayoría nos hemos vuelto nuestro propio ‘avatar’ y logramos (más o menos en proporciones semejantes) acceso a mucha de la misma información que los demás acceden.
Los volúmenes de datos que cada uno de nosotros genera en la Internet es la materia prima utilizada para alimentar los algoritmos de inteligencia artificial (IA) que rastrean nuestra ‘huella digital’. Así mismo, es lo que las demás personas, las empresas y los negocios, usan para emitir juicios rápidos sobre nuestros atributos personales y profesionales, particularmente, cuando se tata de decidir si nos convocan al equipo de mayores o, nos contratan o, invierten en nuestros emprendimientos o, colaboran o compiten con nosotros.
Es más, aun si nuestras cuentas de redes sociales son privadas, es probable que exista amplia información pública a la que cualquier individuo con la determinación de evaluarnos pueda acceder. Considere la facilidad con la que las empresas o los negocios emplean nuestro registro digital para evaluarnos o determinar, entre otros, nuestro proceder comercial, al ‘perfilar’ nuestras preferencias, usos y actitudes según los datos demográficos y con el fin de mejorar la oferta comercial de acuerdo con dicho perfil digital.
De igual manera, podemos estar seguros de que los reclutadores, inversionistas, colegas o competidores también están utilizando los mismos datos para generar y validar suposiciones sobre quiénes somos, qué nos importa y nuestras probabilidades de éxito en los distintos escenarios.
No obstante, tenemos opciones. Mientras que la gente, las empresas y los negocios están atareadas usando nuestros datos para determinar la forma de influenciarnos o juzgarnos, tenemos la capacidad de curar nuestros perfiles digitales (avatares) de una manera que influya como tal. Comprender cómo nuestros perfiles digitales son establecidos y empleados por los demás, tal cual la forma cómo nosotros los accedemos y modificamos, es parte de la construcción de una identidad de marca apropiada.
Independiente, de cuáles sean sus pretensiones, es imperativo conocer la narrativa que exponen sus datos públicos y comprender cómo ajustarla o modificarla a su favor.
Distinguir lo relevante del Algoritmo— Un mito común es que los algoritmos son imposibles de despistar o engañar. No obstante, su capacidad de error es más natural de lo que se cree: la inteligencia artificial identifica señales y patrones, tratando de darles sentido, así como los hacemos las personas, solo que el algoritmo lo hace de forma más rígida, prescriptiva y formulada.
Si logra uno comprender el enunciado, se puede seleccionar la imagen que pretendemos otros vean. Así mismo, el hecho de cambiar algunos píxeles puede hacer que la ‘inteligencia artificial’ (IA) reconozca la imagen de un felino cuando en realidad se trata de un plato de espaguetis. En ese orden de ideas, también unos cuantos ajustes menores en su presencia en línea pueden repercutir en presunciones o conclusiones muy distintas acerca de usted.
Para el efecto, he aquí algunos de los componentes básicos conocidos que puede usted emplear para optimizar su presencia en línea.
Imágenes— Por lo general, la gente tiende a considerar que la ‘inteligencia artificial’ (IA) de reconocimiento facial es ‘aterrador’, pero la verdad es que las personas de carne y hueso aportan sus propios prejuicios enérgicos, conscientes o inconscientes, a sus juicios sobre su apariencia física, incluidos atributos básicos como el género, la edad o la raza.
Ciertos aspectos del asunto están fuera de dominio, aunque existen muchos otros aspectos de su apariencia que se pueden gestionar. Diga usted, por ejemplo, es factible modificar su apariencia real consultando a un asesor de imagen para que le ayude depurar la suya o, puede usted también invertir en algún software que le permita mejorar una imagen una vez que se haya fotografiado.
Videos— El software de inteligencia artificial, al igual que las personas, se llevan una impresión suya en función de lo que publica usted en la Internet, incluidos los videos. Así mismo, y si pertenece usted al segmento de los asalariados, ya están disponibles en el mercado, las aplicaciones que decodifican e interpretan el lenguaje corporal y las expresiones faciales registradas durante las entrevistas de trabajo.
Por ahí mismo, los proveedores de sistemas de inteligencia artificial de su eventual patrono emplearán los datos resultantes para perfilar sus atributos como candidato a alguna posición particular dentro de la compañía, evaluarán sus fortalezas y debilidades para así suministrar algunos elementos de juicio que ayuden a decidir si lo contratan o no.
Si publica en línea videos de usted mismo para el dominio público, asegúrese de que lo representen de manera favorable y solo capturen términos, imágenes y expresiones corporales que considere profesionalmente apropiado. Si un video que, pretende usted compartir con los demás no representa su ‘esencia’, para qué molestarse, preferible que no lo publique o, si ya fue lo suficientemente descuidado como para publicarlo, no pretenda eliminarlo a estas alturas.
Tono de voz— Su tono de voz en los archivos de audio o video transmite tanto la emoción como la veracidad (o la ausencia de esta). La prosodia es un área bien establecida de la gramática y las ciencias sociales computacionales que, tiene por objetivo correlacionar las propiedades físicas de su discurso con marcadores confiables de estado de ánimo, humor y personalidad.
Los términos que emplea para comunicarse— El análisis textual de la escritura, las presentaciones y el habla es un campo en rápida expansión. Las herramientas como el análisis de sentimientos ya están disponibles para traducir su estilo personal de lenguaje en un perfil de carácter íntegro.
Esto es posible debido a una tecnología llamada ‘procesamiento del lenguaje natural’ (NLP, por sus siglas en inglés) que, combina los términos que las personas emplean con ciertas dimensiones de carácter, diga usted, por ejemplo, la ‘personalidad’, la ‘inteligencia’ y los ‘intereses’.
Así pues, ciertamente, vale la pena prestar atención a lo que decimos y cómo lo decimos.
Aunque no existe evidencia de una fórmula universal para interpretar la palabra escrita u oral, la investigación académica sugiere algunos patrones coherentes. El uso de vocablos que se perciben como ‘positivos’ a menudo se relaciona con la sociabilidad. O como quien dice, si pretende parecer más extrovertido o sociable, y convincente, escriba o exprésese con vocablos tales como, ‘entretenido’, ‘emocionado’ o ‘increíble’.
Así mismo, las personas que tienden a tener una disposición pesimista y emocionalmente sensible, con mayor frecuencia emplean vocablos que se perciben como ‘negativas’, diga usted, por ejemplo, ‘preocupación’, ‘intranquilo’, o ‘temor’.
Por ahí mismo, aquellos que son avispados, perspicaz o curiosos tienden a emplear vocablos más complejas e inusuales como ‘narrativa’, ‘dominante’, ‘recurrente’, o ‘retórica’. De hecho, este tipo de lenguaje es más probable que se asocie con preferencias políticas liberales que conservadoras.
Las publicaciones en las redes sociales, los ‘compartidos’ y los ‘me gusta’— Cada una de estas insignias sociales puede analizarse desde la óptica de la cantidad, la calidad y el contenido. Existe evidencia de que se correlacionan con la personalidad, las creencias, las preferencias políticas y el comportamiento del consumidor.
No obstante, aún no se sabe de alguna empresa relevante que admita públicamente emplear dicha técnica en sus procesos de selección para identificar, segmentar, reclutar o evaluar candidatos; aunque, es prudente suponer que sí lo hacen.
De nuevo, existe suficiente investigación académica como para suponer que nuestro vestigio y actividad en las redes sociales es un indicador preciso de nuestros rasgos psicológicos más profundos.
Como ya lo mencioné, ya hay por ahí proveedores que ofrecen a sus clientes en recursos humanos, la capacidad de traducir los perfiles y las publicaciones de la gente en Facebook, Twitter o LinkedIn, en un perfil psicológico de su trayectoria profesional, sus fortalezas y debilidades, como para así complementar la segmentación de los candidatos en algún proceso de contratación.
Es decir, y si le parece, cuando publique, comparta o reacciones con sus puntos de vista en las redes sociales, haga de cuenta que lo está haciendo de frente a un auditorio virtual lleno de posibles jefes, colegas, inversores o asociados.
En lo posible, mejor si pretende usted cautivar e inspirar, en lugar de enojar o alienar a dicha audiencia imaginaria. En el ámbito comercial, las empresas o los negocios más exitosos son aquellos que ‘deleitan’ a la audiencia, particularmente, a su grupo objetivo, así como a su base de clientes. Lo propio, le aplica a usted con la reacción que intenta provocar en aquellas personas que inviertan el tiempo requerido para localizar y evaluar su presencia digital en línea.
En ese orden de ideas, y antes de empezar a ‘curar’ su presencia digital en línea, primero establezca los correspondientes objetivos para dicho contenido, de manera que le aporte valor a su identidad de marca.
En ciertos casos, dicha ‘curación’ de contenido es tan sencilla como agregar o eliminar, ajustar, o transformar una sola entrada, imagen, o video en las redes sociales. Otros, quizás requieran de un enfoque mucho más integral y constante.
Por supuesto, este proceso puede también hacerse bastante complejo y confuso, creando una distracción tipo ‘a que lo atropo ratón’, con los seres humanos de un lado pretendiendo impresionar a la audiencia con sus perfiles y contenido que registran en línea y, del otro la ‘inteligencia artificial’ tratando de digerirlo e interpretarlo.
Para sorprender a los algoritmos, a las personas y a las organizaciones que intentan evaluarlo como persona, es necesario tener presente tanto su propio perfil (‘los datos contenidos dentro de sí mismo’), así como los perfiles de los demás que conforman su grupo de referencia (‘los datos contenidos dentro de cada quien’). Determinar el equilibrio indicado entre encajar y sobresalir es la clave del éxito, aunque en lo particular, prefiero hacer lo que está a mi alcance para sobresalir de entre de los demás.
La sabiduría convencional que dicta, ‘nunca se tiene una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión’, cobra vigencia ahora más que nunca en línea, así como siempre lo ha sido ‘cara a cara’, aunque en la Internet y en formato digital, uno que otro retoque de pixeles marcará la diferencia.
Apostilla— Casualmente, y mientras terminaba de redactar la presente entrada, me topé en la edición impresa del periódico El Tiempo de ayer con una nota cuyo título captó mi atención, ‘¿Qué busca la Policía rastreando perfiles en redes?’, y en la que palabras más, palabras menos, la Policía Nacional está en el proceso de adquirir «un sistema de inteligencia artificial —con servidores, software, tres switch con 96 puertos y firewall (un protector)— con el que empezarán a monitorear información pública en redes»…
«El software está basado en algoritmos predeterminados que permiten caracterizar los datos y cuya utilización se despliega en los sectores público y/o privado, del marketing, estrategias comerciales y búsqueda de clientes, entre otros»… (y recursos humanos)
En esencia, dichos sistemas de inteligencia artificial es de lo que aquí les he compartido, obviamente, no desde la óptica y con los fines de ‘inteligencia delictiva’ que pretende la Policía Nacional, pero sí con el tipo de información que recaban las empresas y organizaciones, entre otros, para fines de marketing o recursos humanos.
Pueden los más curiosos, consultar mayor información sobre cómo se recaban datos de perfil y contenido publicado en línea empleando la inteligencia artificial. IBM ofrece comercialmente uno de dichos sistemas, le llaman ‘Watson’.