Aquel que por años domino nuestro instinto, manifestándose sólo para indicar que era el momento de comer, huir, interesarse más en sí mismos o de reproducir. El mismísimo que nos dominó mientras cursamos el bachillerato al que por fortuna logramos sobrevivir pero que no obstante, aún subsiste por debajo del sistema límbico y de vez en cuando se manifiesta para acordarnos (si se lo permitimos, claro está).
Es que ni los etólogos pueden explicar la interminable irracionabilidad del comportamiento humano. Decimos querer una cosa y terminamos haciendo otra. Anhelamos el éxito pero nos cuesta levantarnos en la mañana. Pretendemos bajar de peso pero comemos demasiado. Nos interesamos por introducir una innovación al mercado pero echamos a perder el cronograma de lanzamiento. Deseamos ser intelectuales pero nunca leemos un libro. Queremos estar actualizados pero omitimos los noticieros.
Las incoherencias son interminables y la razón por la cual nos sorprendemos cuando nos topamos con las personas congruentes. Vemos con admiración la pureza de las acciones con las que un artillero desempeña su oficio, así como lo constatamos ayer con el golazo de Kevin-Prince Boateng en el partido de UEFA Champios Leage, AC Milan — FC Barcelona. ¿Por qué será es tan difícil hacer lo que decimos que vamos a hacer? ¡Pues, por el cerebro de peje lagarto!
O si se quiere también y como dirían los veteranos de las fuerzas armadas, consecuencia de la resistencia. La resistencia es aquella “voz interior” que retumba en nuestras mentes pidiendo que retrocedamos, que tengamos cuidado, que vayamos más lento, que conciliemos. La resistencia igual puede ser, la sequía de goles de la Selección Colombia o impregnar con nerviosismo y temor cuanto proyecto pretendemos lanzar, sólo porque las personas que participan en él no pueden permanecer sintonizadas el tiempo suficiente como para hacerlo realidado.
La resistencia crece proporcionalmente en la medida que nos acercamos al momento de la verdad respecto de lo que realmente anhelamos, porque el peje lagarto detesta la innovación, el logro y el riesgo. Tan cierto es que, solo alcanzaremos el éxito en la medida que logremos sobreponer nuestra ansiedad como cuando aprendamos a apaciguar nuestro cerebro de peje lagarto mejor que los demás.
Con la confianza se incremente su discernimiento: maximice su conciencia respecto a las oportunidades disponibles y luego introduzca al mercado aquellas innovaciones que asustan a lo demás, pues sólo así y en ese preciso instante sabrá usted que ha triunfado.
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