El publicista, el periodista, el psicólogo y hasta el político, entre otros, requieren todos, las mismas aptitudes que la gente de marketing. Es ajustado decir, que la mayoría de los que practicamos la profesión somos supremamente afortunados. No obstante, para una creciente gallada de practicantes, la profesión ya no les alcanza; pues andan todos por ahí a la caza de un lance marginal y, a punta de oferta y alharaquiento en redes sociales, están a punto de comprometer su labor profesional por alcanzar dicha realización.
A los de marketing nos encanta alardear en cuanto a cómo guerreamos con uñas y dientes para poner pie en increíbles compañías del calibre de Abbott Laboratories, Laboratorios Biogen, y Pfizer, para allí trabajar con gente increíble en el aprendizaje del tejemaneje, como en el desarrollo de impacto cultural masivo del cual nuestros progenitores estarían absolutamente orgullosos. Así entonces, ¿en qué momento fue que el sueño se esfumó? ¿En qué momento fue que toda esa ‘penuria’ y ‘esfuerzo’ dejó de valer la pena? Y, en qué momento fue que se hizo aceptable percibir nuestra profesión solo como un medio para devengar riqueza y, en vez de la magnífica oportunidad que es para concebir geniales elementos que adora la gente de verdad, verdad.
Es realmente desconcertante y ambiguo asimilar por un lado la forma en que la gente de marketing como Marc Pritchard, el ‘Global Marketing and Brand Building Officer’ de Procter & Gamble, reclama airado una mayor presencia de personal creativo y menor cantidad de ejecutivos de cuenta en las grandes agencias de publicidad que le sirven a la multinacional de Cincinnati, puesto que él considera que debe ‘desmantelarse todo aquello que no conlleve a la producción creativa’, y por el otro, los lances al margen en que la susodicha gallada de nuevos practicantes, reduce su expresión ‘creativa’ al Google AdWords y al Google Analytics. ¿De cuándo acá, fue que este par de instrumentos del coloso tecnológico se hizo sinónimo de marketing? ¿De cuándo acá, fue que ‘la compañía del primate’ (SurveyMonkey) reemplazó la investigación de mercados papel y lápiz en la calle o en el punto de venta?
Ahora, no vaya usted a malinterpretar mis apreciaciones, pues de ninguna manera estoy sugiriendo que los avances tecnológicos nada tienen que aportar al marketing, por el contrario, son un ingrediente vital de la profesión por estos días. La idiosincrasia, los intereses de diversa índole, así como la pasión por los datos al por mayor, generan una emocionante y particular perspectiva del marketing contemporáneo. No obstante, cuando los susodichos intereses se convierten en distracción que impide percibir las oportunidades de mercado, ahí sí, la profesión está en aprietos.
Deberíamos los de marketing estar orgullosos de nuestra profesión y de todo cuanto producimos, pero los lances al margen corrompen y, lamentablemente, para algunos colegas dichos asuntos representan una forma de aislarse de la profesión que desempeñan.
Desgraciadamente, mucho de este parecer nace del descontento de unos cuantos que hace algún tiempo, decidieron que el marketing ya no era profesión bacana para ejercer. Sugieren estos desencantados colegas que, el marketing ha perdido su gracia y su carácter, convirtiéndose en un homogéneo evento banal, impulsado por los datos de envergadura: ¿Cómo no, si el Google AdWords y el Google Analytics es lo más lanzado y atrevido que han experimentado dichos personajes de la profesión? Y, si usted es de los que está en esa orilla, pues que los dioses lo amparen y favorezcan, al igual que a la compañía para la cual trabaja, porque el asunto como lo plantean sencillamente no es real.
Ciertamente, la nuestra, es una profesión atractiva según la orilla por donde se le practique, sugiero yo. Para mí, tiene mucho más potencial creativo el marketing tradicional que su contraparte digital. En ese orden de ideas, pueda ser que usted también quiera orillarse la próxima vez que se encuentre trastabillando por la periferia mental, ponga en su lugar al patas digital que lo despista y concentre su atención, papel y lápiz, en esa estrategia de marca que está por desarrollar, procurando, claro está, que funcione la condenada.
Dicen por ahí que, si uno ama lo que hace, no tendrá entonces que trabajar un solo día de su existencia. Si está usted en la jugada, hágalo porque usted es de aquellos profesionales que ambiciona sobreexceder en lo que hace. Pero si, por el contrario, es usted de aquellos que considera su profesión como un homogéneo evento banal, impulsado por el Big Data, entonces, usted hace parte del problema, y probablemente estará mucho mejor trabajando para algún político con la gallada de Cambridge Analytica.