Imitar es tan efectivo como idear. Prueba de ello en los negocios y entre tantos, es la industria farmacéutica genérica o si se quiere, la compañía transnacional Quala que hasta donde sé, nunca en sus 34 años de trayectoria corporativa ha ideado nada. Lo que digo, y antes de que empiecen a recordar a mi progenitora los indignados empleados de Quala, tal cual todos aquellos servidores de las empresas que puedan darse por aludidas, es que imitar un modelo de negocio también da dividendos. Y, a poco no es como sino existieran suficientes modelos de donde echar mano. El asunto se reduce a que también puede ser provechoso, si a cambio de idear, usted elige un modelo de negocio que ya ha sido probado con éxito por algún otro emprendedor.
Imite la publicidad. Siempre habrá alguien por ahí lo suficientemente osado como para concebir novedosas formas de transmitir las “razones para creer” de las marcas. Pero, a menos que disponga usted de un abultado presupuesto de publicidad, diga uno como el que tiene P&G o Unilever, hágase un favor tal cual a todos los demás, y utilice un tipo de comunicación que ya sepa es efectivo para cautivar al consumidor.
Imite los procesos administrativos. Es muy factible que usted no necesite diseñar un nuevo sistema de mensajería interna o inventar alguna nueva aplicación para llevar la contabilidad o concebir controles de gestión sobre el programa de experiencias del consumidor. Si ya alguien ideó cierto tipo de procedimiento confiable y costo–efectivo, pues úselo, ¿para qué desgastarse reinventando la rueda?
Eso sí, ni se le ocurra imitar lo que hacen los demás, cuando de credibilidad y confianza se trate, pues realmente son estas dos variables las que caracterizan las marcas en particular.
Para todo lo demás, puede usted reconocer los ideales de aquellos que le precedieron, utilizando en su beneficio todo aquello que éstos lograron materializar mucho antes que usted.
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