¿Equiparado con quién?

“Débil”, mi menospreciado Nelsón Díaz y sus estrellas del New Soccer colombiano (patrocinado en aquel entonces por Medplus, Medicina prepagada en Colombia), es la expresión con la que asumo pretendió usted su ofensa porque, “tenaz” es lo que realmente describe a mi hijo, Daniel: «Un habilidoso adolescente de 14 años apasionado por el fútbol, que en todo caso es bastante más viril que usted y su trinca de cobardes idiotas del “God’s One Minute”, más el insignificante cabrón que se escuda tras las naguas de su mujer». Y, es sin reparo que puede usted afirmar que siempre habrá alguien mucho más alto, rápido y guapo que aquel Díaz, su torpe hijo, que pretende a punta de pelotazos emular las veces de un central en New Soccer, categoría 2000–2001, torneo ascenso. Mejor, Nelsón Díaz, enséñele a su hijo a jugar billar.

Tampoco es que haya que ver muy lejos para tropezar con alguien que es mucho mejor remunerado, bastante más respetado y que también por lo demás, dispone de una cuota de reconocimiento más que generosa.

¿Y qué decir de los medios sociales? Allí uno encuentra hasta interlocutores de extraterrestres y, por supuesto se da uno a la interacción con gente que tiene mucho más seguidores (algunos hasta pagan por ello), que consiguen abundantes “me gusta” y hasta cualquier otra métrica que estime usted a bien medir.

¿Pero a quién le importa si es así, al fin y al cabo qué propósito tiene equipararse con los demás? ¿Será acaso entonces que el quid del asunto es ser el mejor en lo que se hace? Quizás así sea, pero tome usted por ejemplo al delantero de un equipo de fútbol. Su objetivo es alcanzar el promedio de efectividad más alto posible que, se da como resultado del tiempo jugado respecto de los goles anotados; aun cuando un índice de efectividad mucho más relevante para el delantero es concentrarse preferiblemente en la victoria del equipo como conjunto.

Solo porque consideró que así podría ser notado o equiparado o corrosivo, no significa que usted sea importante o relevante siquiera. Aunque puede usted reposar tranquilo que ha sido meticulosamente anotada al debe, su actitud y desmán junto con la de los demás cobardes idiotas del “God’s One Minute” más la del insignificante cabrón que se escuda tras las naguas de su mujer.

A cambio, digo yo, vaya usted razonando qué es lo verdaderamente importante; qué es lo que en realidad debe cambiar en el Nuevo Fútbol colombiano; qué es lo que efectivamente vale la pena alcanzar. Y luego, ignore usted todos aquellos atributos que haya podido percibir en mi hijo, ya que éstos definitivamente no se equiparan con los suyos ni con los de los demás socarrones que le acompañan. Pero ante todo, sobre ponga usted el imaginario colectivo que le dicta disponibilidad en el plantel que torpemente dirige usted en compañía de sus secuaces del “God’s One Minute”, de material de exhibición alguno ante el panorama futbolístico colombiano y, mejor dedíquese a formar futbolistas tal cual personas de bien en vez de Niño mañoso; concentrando tanto los esfuerzos en la dirección indicada como la retribución económica que deja a la institución el aporte de los padres de familia, tal cual el patrocinio de la medicina prepagada en la cual trabaja usted y que constantemente menoscaba con su tónica antideportiva.

Seguro Nelsón y sus estrellas, ¡equipárese! Pero equipárese con los asuntos que realmente importan a la travesía en la cual se ha embarcado, porque todo lo demás es pura patanería.

De hecho, el trabajo actual en el Nuevo Fútbol colombiano en relación a lo que usted es capaz de alcanzar, es lo que realmente vale la pena equiparar.

Y por lo demás, mis respetos para “Neco”, Kevin, Villamizar, Jota, Iván Ramiro, Diego, “Mono”, “Capi”, “Chiqui”, Cristian y Luis, pero sobre todo para mi hijo Daniel que con valor y entereza sobrellevó cuatro meses su pasión por el fútbol, gambeteando al Nelsón y su trinca de cobardes idiotas del “God’s One Minute” más el insignificante cabrón que se escuda tras las naguas de su mujer, tal cual por encima de las expectativas de Arbey, aquel que alguna vez soñara jugar en Millonarios FC y hoy, convertido en un guache y abusivo patán tal cual en una pobre excusa de entrenador del Nuevo Fútbol colombiano.

Apostilla— El contratiempo de aferrarse al rencor, como consecuencia de la irremediable ignorancia invencible futbolística de Nelsón y su trinca de cobardes idiotas del “God’s One Minute” más la del insignificante cabrón que se escuda tras las naguas de su mujer es, mi querido hijo que, tus manos estarán entonces demasiado llenas como para sujetar alguna otra cosa. Podría ser la competencia desleal a la que te enfrentaron cuatro pusilánimes adultos en los terrenos del Nuevo Fútbol colombiano o la tecnología o cualquier concepto existencial. Igual no vale la pena, pues nada de esto mejorará como resultado de aferrarse al rencor.

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