Entre comadres y renegados

Aun cuando el contexto no es gracioso, sí me causó mucha gracia la chabacanería en la campaña proselitista de Maduro y Capriles que cual comadres, ventilaron sus trapos al sol y como si la disputa hubiese sido por el mango de la olla pitadora. No menos hilarante, la valla publicitaria de Pachito Santos que cual intrépido renegado familiar, aprovecha en su beneficio proselitista, el marco coyuntural del proceso de paz colombiano que impulsa su primo hermano y como si hubiese decidido más nunca asistir a los dominicales almuerzos de la parentela.

En el caso de los contendores venezolanos, ambos desatinaron al ilustrar su publicidad con extravagantes frases. Maduro será recordado, entre otros por: «de repente entró un pajarito, chiquitico…; alguna cosa influyó para que se convoque a un Papa sudamericano…; hoy estoy aquí porque me siento hijo de Chávez y estoy cumpliendo la orden…; si yo fuera homosexual, lo asumiría con orgullo a los cuatro vientos…». Y de su parte, Capriles se apuntó para la inmortalidad, entre otras: «yo creo que se tragó un pajarito, porque es lo que tiene en la cabeza; allá hay un candidato muy malo, sin carisma, sin liderazgo; yo no le he faltado el respeto a nadie. ‘Toripollo’ no es un insulto…; que le busquen el teleprompter para ver si el Toripollo alias ‘mentira fresca’ se manda algún discurso que emocione a alguien…»

Ya de este lado de la frontera, el talentoso Pachito Santos sabe, “quién ha matado más policías” tal cual “quiere la paz sin impunidad” y señala a Pablo Escobar e Iván Márquez como para ratificar un punto del que recién nos enteramos los colombianos.

Es así entonces, como tanto alborozo de lado y lado de la frontera, me hizo reflexionar sobre si la publicidad hiperbólica ayuda realmente a vender algo, diga usted por ejemplo, Maduro, Capriles, Pachito y demás. Pues si algo he aprendido de tanta lidia es que, el consumidor o el electorado recuerda el discurso mas no necesariamente compra o aporta los votos.

Las promesas electorales como los atributos de producto, tienden a ilustrarse por lo general con expresiones o ejemplos sobredimensionados que son creo yo, el motivo por el cual la gente duda tanto de los discursos. Es cierto que la regulación y la cultura restringen de alguna manera las afirmaciones publicitarias más descabelladas, pero la dimensión hipérbole sí les permita enfatizar puntos de vista. Uno diría por ejemplo que, el consumidor tal cual el electorado entiende que, Esso realmente no pone un tigre en su motor, que maricón no tiene superlativo o que concesión no es sinónimo de impunidad.

Comprensible es que mi hijo Daniel de tan solo 11 años, no alcance a distinguir la hipérbole en los comerciales de Axe (Unilever) y aun cuando más temprano que tarde, entenderá que astronauta no sustituye a futbolista tal cual que lo de las hembritas encimando a los hombres era mera gozadera creativa en vez de beneficio funcional.

En el campo del mercadeo, las temáticas de anhelo son por lo general ideales inalcanzables de belleza, éxito o afecto y, las marcas las utilizan como atajos de comunicación para resaltar su contenido del de la competencia. Entendería uno que no somos tan mensos, pero los individuos tienden a querer creer en asuntos imposibles, diga usted por ejemplo: Pachito Santos, Presidente de la República o Chávez reencarnado en un pajarito.

Es de entender entonces que, al consumidor como al electorado, le cautiva mucho más un anuncio con hipérbole que uno sin, o de lo contrario las agencias de publicidad ya hubiesen llegado a sus sentidos.

Afortunadamente en Colombia, ya todos estamos familiarizados con las manías de Pachito tal cual en Venezuela, el pueblo entero entiendó que el carisma de la Revolución Bolivariana desapareció junto con Chávez.

Los venezolanos percibieron la hipérbole en el discurso de Maduro y no se lo creyeron, y si hoy éste es presidente, fueron otras las circunstancias. ¿O no, Tibisay?