No hace mucho que leí que, según “el ministerio de las Tecnologías de la Información, cada día más colombianos están desarrollando sus ideas de negocio con la ayuda de la tecnología tal cual como método de emprendimiento para mejorar sus ingresos y darles vía libre a proyectos de negocio que le están facilitando la vida a otras personas”, y no obstante así, hay quienes afirman que el tema no es una competencia. ¡“Ah, pero resulta que sí lo es”! De este lado de la orilla, y considerando que la oferta competente es limitada como apetecida, puede entenderse la innovación como una competencia por cautivar a los ingenieros más talentosos, tal cual se desprende de la más reciente campaña de anuncios televisivos a favor de General Electric, ¿“Qué es lo que le pasa a Owen”?
Claramente, la intención de la campaña es reclutar prominentes codificadores potenciales pero igual los anuncios, hacen las veces de cuchufleta para resaltar la marcada fábula de lo que en realidad se constituye como “innovación”. En ese orden de ideas, se me hace que la campaña efectivamente cautiva a su audiencia en forma tal, como para amplificar el interés de los candidatos potenciales a favor de la marca.
De la serie de comerciales, ¿“Qué es lo que le pasa a Owen”?, entiende uno que el reto del cargo como desarrollador en GE, es “escribir un nuevo lenguaje para las máquinas y como para que los aviones, trenes y hasta los hospitales puedan operar en forma sobresaliente” y, por supuesto también, se permita uno esgrimir una sarcástica sonrisa por las ocurrencias del equipo creativo; tal cual es el caso de la versión que elegí, donde los padres de Owen le retan para que levante el mazo del abuelo y al vacilar Owen, la madre le dice en tono condescendiente, “Fresco, tú vas a cambiar al mundo”.
No obstante, desde la otra orilla, la competencia se gesta entre la fábula y la realidad de innovación.
Abundante ha sido el tiempo, el dinero y la atención que se le ha invertido a la innovación, bajo la premisa de que ésta es sinónimo de emprendimiento tecnológico. En mi experiencia, la innovación se da en las grandes empresas pero de puertas para afuera (allí tienen pues, el ejemplo de los operadores de telefonía móvil). Por lo general, la innovación propone perturbar los negocios tal cual los segmentos industriales por completo y, proviene de gente con grandes ideas y poco sesgo laboral.
El concepto de innovación disruptiva, lo leí de Clayton Christensen, un sobresaliente académico de Harvard, en un ensayo para el “Foro de Crecimiento e Innovación”, una iniciativa de investigación, auspiciada por la escuela de negocios de la susodicha alma máter, y en la que el autor deja por manifiesto un sorprendente hallazgo: el verdadero cambio transformacional empieza por sencillas premisas de negocio que abordan necesidades insatisfechas de manera novedosa. Estos pequeños emprendedores, son exitosos implementando aquellos asuntos que grandes compañías ya establecidas no pudieron o no quisieron y por ende, alcanzan el éxito para más tarde arrollar a aquellos competidores más fuertes.
La fábula consiste en que el cambio puede ser concebido y planificado premeditadamente, tal cual que es impulsado primordialmente (sino en exclusiva) por la tecnología.
Cual fanáticos, los medios de comunicación también se regodean de promover la fábula que, entre otros, ha ayudado a convencer a la más reciente generación de egresados universitarios para que se abstenga de un empleo en alguna compañía establecida y por ende, deje de adquirir habilidades y conocimiento, como que a cambio se dedique a “perturbar” alguna cosa.
La fábula opaca el hecho que la innovación fomentada en compañías ya establecidas, tiene mayor impacto global y por lo general, es mucho más confiable.
Por cada app para Smartphone que permita solicitar un servicio de taxi o rentar una habitación cuando se está lejos de casa, existen cientos de innovaciones que transforman la manera en que las empresas de servicios públicos generan energía, la industria manufactura sus bienes, la farmacodinamia de los medicamentos, y muchas otras actividades que pagan sueldo, generan ingresos, e impactan la comunidad tal cual la vida de la gente.
El inventar una tecnología digital que reemplace un proceder ya establecido, es el consabido argumento para la innovación aunque, éste solo sea una mínima porción de un mucho más profundo, complejo y matizado proceso de innovación actualmente en desarrollo alrededor del mundo.
Pueda ser que para muchos, principalmente los más jóvenes, codificar todo un fin de semana de puente, parezca perturbador por su brevedad pero en realidad, la verdadera innovación se gesta mucho más lentamente en el tiempo y de forma tal, como para abordar inconvenientes mayores tal cual conceder considerables beneficios y, aun cuando esto implique evitar proveer la cháchara sencilla y simplista que tanto les gusta cubrir a los medios de comunicación.
Así mismo, tampoco es el asunto como para que las empresas desconozcan y eviten procurar la noción de Christensen, o que un puñado de emprendimientos haga realidad la fábula y en efecto logren sacarla del parque, v.g. Uber, tal vez. No obstante, los cambios más disruptivos sorprenderán a todos aunque solo serán evidentes cuando se les mire en retrospectiva.
En ese orden de ideas, el entorno que está concebido para servir a la fábula, aquel que exige de todo fiel, considerar como dinosaurios en vía de extinción a todas las grandes compañías, invertir grandes sumas de tiempo y dinero mientras aguardamos el nuevo porvenir que acarreará la ola de emprendimientos provistos por veinteañeros pipiolos, es por lo menos y por así decirlo, equivocado, aunque tampoco es que lastime la mismísima promesa de innovación.
El entorno de innovación actual que se ha generado se fundamenta en una mala interpretación del entendimiento de Christensen, así como Chávez mal representó a Bolívar y Lenin implementó equivocadamente los ideales de Marx.
La campaña de comerciales de General Electric, es una cuchufleta para el panorama contemporáneo de innovación que, además les permite repartir su mensaje de contratación y al unísono, señalar lo ridículo que es en cierto modo, la forma en la que pensamos, conversamos e innovamos.
¿“Qué es lo que le pasa a Owen”? Que tanto a él como a su empleador, ni a la completa definición de innovación, le otorgan el verdadero crédito que merecen.
Para comentar debe estar registrado.