Determinar la esencia de lo que realmente motiva al electorado es tan fundamental que, sorprende la frecuencia con la que se hace labor de adivinanza. La profunda comprensión de los votantes, es por lo general el aparte más ligero del plan de un político en campaña. Es mucho más sencillo como cuantificable para muchos, el exhaustivo diagnóstico de los rivales. Motivo por el cual, los candidatos tienden a centrar su energía y recursos allí, obteniendo como resultado más nada que la visión de embudo que los enfrasca en una titánica lucha con sus adversarios y que a su vez, les hace perder de vista al electorado.
Deberían los políticos, delimitar una zanja significativa como para huir de la manada competitiva. Alcaldía tras alcaldía, los candidatos se han enfrascado en un ritmo extremo de competencia, aparentemente perdiendo de vista su mandato —distinguir de los rivales los principales componentes del patrimonio de marca: diferenciación, relevancia, popularidad, familiaridad y calidad—. En consecuencia, entre más compiten los políticos, más se parecen: los aspirantes ya no compiten, están colapsando entre sí en la mente de aquellos que los habrán de elegir.
Identificar una distinción significativa es el camino, conocer profundamente al elector es la clave para lograrlo.
No obstante, por lo general, trascienden más los interrogantes que los aciertos al cierre de campaña, razón por la cual, son aquellos indecisos los que habrán de inclinar la balanza a favor de uno u otro candidato.
Así entonces, y con un electorado ajeno a la esencia de la personalidad de marca de los aspirantes al liderazgo de ciudades y departamentos en el territorio nacional, se llegó el momento de una competente elección significativa entre tanta incertidumbre tal cual tanto candidato indeseable colado. Pero sobre todo, a sabiendas que para aquellos que mañana saldrán electos, ser malo también es fácil, particularmente, cuando el entorno tolera y aplaude esas malas conductas, porque se entienden como una forma de ser poderoso o reconocido.
En efecto y porque prudente sí es, mostrarles a aquellos indecisos que terminaran eligiendo a gobernadores, alcaldes, concejales y ediles, “seis valores universales” de la personalidad de marca que, quizás les sirva para su elección definitiva:
Confiabilidad— Significa ser leal y franco. No engañar a nadie ni quitarles nada a otras personas. Ser confiable también es cumplir con los compromisos adquiridos.
Respeto— Ser tolerante con las diferencias. Tener buenos modales y abstenerse de usar un lenguaje insultante. Respetar los sentimientos de los demás. No amenazar ni golpear a nadie.
Responsabilidad— Cumplir con los deberes. Perseverar. Ser auto-disciplinado. Pensar antes de actuar y tener en cuenta las consecuencias. Responsabilizarse de las decisiones que tome.
Justicia— Para ser justos hay que actuar de acuerdo con las normas y leyes. Se deben respetar los turnos y las filas. Hay que escuchar a los demás. No culpar a otros de los errores u omisiones.
Bondad— Ser amable. Tener compasión por los demás y manifestarles aprecio. Expresar gratitud. Aprender a perdonar y pedir perdón. Ayudar a las personas necesitadas para que salgan de dificultades.
Civismo— Colaborar con los demás. Participar en asuntos comunitarios. Ejercer el derecho al voto. Ser un buen vecino. Respetar la autoridad y proteger el medio ambiente.
Ya en últimas e independiente del candidato, recuerde que el poder de elegir es exclusivamente suyo y además, que dispone usted de la autoridad para tomar decisiones acertadas en beneficio de su marca personal, su departamento, su ciudad y su barriada.