El contexto confiere al concepto. O al menos así parece haberlo concluido el Washington Post en un experimento social, llevado a cabo ya hace un par de años y en el que el galardonado violinista Joshua Bell, toca su instrumento durante 45 minutos en una estación del Metro en Washington D.C. Más de 1,000 personas pasan por su lado sin siquiera voltear a mirarlo, 27 personas le dan dinero y otras siete paran a escucharlo por un minuto o más.
El vídeo me lo topé recientemente y desde que lo vi, no pude evitar la siguiente analogía.
El susodicho experimento apuntó en aquel entonces la relevancia del contexto y, por el cual es evidente que el entorno no le favoreció a Joshua Bell aunque éste es un virtuoso interprete. Sencillamente, la audiencia subterránea ignoró por completo su intervención musical.
Fue como si su actuación hubiese sido mera música de fondo que, por lo demás es donde concibo el manifiesto parecido con el cotidiano trajín de mercado.
Tome usted por ejemplo de un lado, gente abstraída tal cual agobiada y del otro costado, una excepcional idea magistralmente pensada. Y así, pues nada de nada en cuanto a “causa y efecto” o luego cómo en esas condiciones, digo yo.
Un buen concepto, aunque se lo restriegue usted a la gente en la cara, no es suficiente para abordar al consumidor. En cambio, el contexto, la percepción y, las prioridades sí son relevantes. O como quien dice, el posicionamiento sí es importante. Y mucho.
Considere pues que el mercado actual es una apática melodía. Está en continuo movimiento tal cual en constante evolución su intercambio de valor.
Sí, en efecto, la interpretación subterránea de Joshua Bell es magistral, su talento inigualable y sin embargo, bajo aquellas circunstancias, no logró cautivar a su audiencia.
El enfoque no fue el indicado y por ende en mí criterio, fue incapaz de concebir su magistral ideal en forma clara, significativa y diferente.
¡Y así no se puede vender!
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