Ya no es el triunfo del individuo sino el del engaño, el gran tema unificador del siglo XXI, si por donde se mira, la preferencia se gana con mentiras y propaganda goebbeliana. Ahí tienen pues, para la muestra, el Brexit, el “No” colombiano, y la victoria del mentecato Trump de la mano de los estadounidenses y, uno que otro inmigrante.
No obstante, y puesto que toda acción genera consecuencias que el actor tendrá que enfrentar más tarde, por aquello de la doctrina de responsabilidad individual o, por karma, del antiguo dogma oriental o, porque “de lo que sembrareis recogeréis”, como lo dice la Biblia. Sin embargo, se me da que la responsabilidad individual no da plazos de espera; cada cual es responsable de asumir inmediatamente el desenlace de sus actos o, como quien dice, ya estamos en deuda por nuestra reciente irresponsabilidad.
Debería la humanidad descartar, el tipo de individualismo en que cada cual se preocupa únicamente por satisfacer sus propios deseos, sin importarle lo que les suceda a los demás. Todos somos responsables de la preservación del ambiente, de impedir la guerra nuclear, de eliminar la pobreza.
Igual de oportuno, recobrar al individuo que crea la obra de arte, el que adopta una filosofía política, el que arriesga las ganancias de una vida en un nuevo negocio, el que inspira un colega o a un miembro de familia para que triunfe, el que emigra a otro país, el que tiene una experiencia espiritual trascendental.
Es un individuo, hombre o mujer, el que se cambia a sí mismo antes de intentar cambiar a la sociedad. Los individuos pueden provocar el cambio mucho más eficazmente que las instituciones.
Amanecerá y veremos.