Habilidad de dirección desde el Camp Nou

De seguro la gran mayoría de los aficionados al fútbol, recordará el incidente del pasado domingo 4 de enero, en el que Lionel Messi se quedó en la banca de suplentes en el duelo ante Real Sociedad por la Liga BBVA y, cuya derrota por la mínima diferencia amenazara ausentar del banco a Luis Enrique, arruinando así un trabajo que seis meses después ha probado ser excelente. En aquel entonces, el momento más turbulento de la temporada, Bartomeu defendió públicamente a Luis Enrique e hizo lo posible para que la tensa relación entre el entrenador y Lionel Messi, la estrella del equipo, alcanzara un logrado pacto de no agresión. La relación de Lionel Messi y Luis Enrique perjudicó al Barça en un tramo de la temporada. El astro argentino y el técnico español no tenían una buena relación, lo cual incidió directamente en el rendimiento del plantel catalán, entre otros, por lo que significa el delantero en la interna culé. En ese orden de ideas, mi parangón con las circunstancias cotidianas que requieren de liderazgo para orientar al “equipo” a lo largo de intensos aunque importantes propósitos, en los que no se está realmente seguro de cuál es la mejor forma de proceder para alcanzar el cometido. En mí a ver y entender, el asunto es sencillo de resolver: en esencia, identifica usted si es jugador o director técnico, y acorde se ubica dentro del terreno de juego. Afortunadamente para el fútbol, el asunto Messi – Luis Enrique no pasó a mayores y hoy día después del triplete, la relación entre ambos es de cordialidad. No obstante, en su momento y de mi práctica con modelos de liderazgo por situaciones, opté por perfilar los susodichos personajes por si acaso me hubiera tocado elegir cuál de los dos iba a permanecer en la institución blaugrana. He aquí el resultado:

Messi es leal— se deja entrenar. En cambio, otros tantos jugadores tienen personalidades que requieren de mayor disciplina en su aproximación. Es más, algunos jugadores requieren sesiones intensivas de entrenamiento como consecuencia de su entusiasmo sin límites, corto lapso de atención o uno que otro desliz de indisciplina nocturno. Pero igual, en todas las fechas de partido demuestran gran entusiasmo y optimismo tal cual empatía por la afición. Afortunadamente, los buenos jugadores acostumbran poner sus asuntos en perspectiva y no reparan mucho tiempo en la adversidad. Ellos saben que la afición les acompañará para bien y por largo rato si el quehacer del fútbol se les da.

Luis Enrique es inteligente— observa y planifica. Los buenos directores técnicos saben que pueden gobernar sin siquiera modular una sola palabra. Es más, la gran mayoría sabe que son los manda más del equipo. Saben identificar con certeza el bien del mal, pero cruce usted esa delgada línea que es la autoridad y de seguro encontrará una desagradable sorpresa. Los directores técnicos sagaces, poseen largos lapsos de atención y pueden pasar largas horas elaborando la estrategia del partido. De hecho, sí es factible para el jugador aparecer más listo y presumir que se es más importe en el equipo que el “profe”, siempre y cuando así él lo conceda, pues los “profes” también tienen exigencias y el motivo por el cual, deben los jugadores estar atentos y conscientes en todo momento de su variable estado anímico. Si se cumple la directriz del director técnico, nadie sufrirá las consecuencias y el engranaje del equipo girará sin contratiempos.

Pero, aventure usted o las directivas del plante por lo demás, concederle al jugador trato como si fuera el director técnico y, revivirá usted la epopeya de Troya —como que así polarizará el porvenir deportivo de la institución—.

Se me da entonces, que el presente ciclo ganador del equipo azulgrana habría sido imposible alcanzar, sin haber resuelto a feliz término el impasse entre técnico y jugador.

O como quien dice en lenguaje coloquial, donde manda Luis Enrique, no manda Lionel.