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Asuma el control de la persona que será usted en el futuro

En una charla que le oí por ahí al psicólogo de Harvard, Daniel Gilbert, en la que explica un sesgo que casi todos tenemos formateado y que dicta que, ‘tendemos a creer que la persona que somos en la actualidad es la persona que siempre seremos por el resto de nuestros días’.

Sugiere el doctor Gilbert que, la mayoría de las personas, cuando se les pregunta si son el mismo individuo que eran hace 10 años, dirán que no, aunque eso sí, nos cuesta mucho más percibir el potencial de transformación que tenemos a futuro. Gilbert y otros se refieren a esto como la ‘quimera del fin de la narración histórica’.

A pesar de ser conscientes de que nuestro ‘yo’ pasado es claramente diferente de nuestro ‘yo’ presente, tendemos a pensar que quienes somos ahora es la versión ‘real’ y ‘acabada’ de nosotros mismos, o como quien dice, nuestro ‘yo’ futuro será básicamente el mismo de hoy. En ese orden de ideas, el doctor Gilbert sugiere que, ‘los seres humanos somos creaciones en progreso que consideramos equivocadamente que estamos acabados’.

Sus rasgos de personalidad, habilidades, gustos y disgustos cambian con el tiempo, bien sea de forma intencional o no. Para ilustrar el efecto, un estudio publicado recientemente que abarcó más de 60 años encontró que las personalidades de casi todos los participantes eran completamente distintas de lo que habían sido 60 años atrás.

La transformación personal es inevitable, pero no tiene porqué ser de manera descontrolada. Cortesía del doctor Daniel Gilbert, aquí les comparto lo que alcancé a percibir de sus tres maniobras para prever la transformación en su ‘yo’ futuro deseado.

Maniobra Uno: Distinga su ‘yo’ pasado, actual y futuro— Por lo general, tendemos a poner un énfasis exagerado en nuestro ‘yo’ contemporáneo. Acostumbramos a aferrarnos a nuestra identidad actual y hablar en términos increíblemente definitivos sobre quiénes somos en la actualidad, diga usted, por ejemplo: ‘soy introvertido’, ‘no tengo afinidad con la gente’, ‘no soy buen conversador’, y así por el estilo.

Dichas etiquetas dejan poco margen de maniobra para la transformación y el desarrollo, generando lo que Ellen Langer, colega del doctor Gilbert en Harvard, describe como ‘estupidez’.

Cuando uno asume una etiqueta, bloquea la oportunidad de percibir oportunidades. En este caso, la doctora Langer sugiere que, ‘si algo se presenta como una realidad aceptada, las formas alternativas de razonar ni siquiera se toman en consideración’; diga usted, por ejemplo, cuando las personas están deprimidas tienden a creer que se la pasan deprimidas todo el tiempo. La atención consciente de la incertidumbre demuestra que este no es el caso.

La realidad del asunto es que ya no somos la misma persona que éramos antes. Ya no hacemos las cosas como solíamos hacerlas. Uno ya no anhela lo que en otras épocas anheló. En ese orden de ideas, los psicólogos sugieren no etiquetarse a sí mismo ni centrarse en quién se es ahora, y mejor reconocer cuánto ha evolucionado y cambiado uno con respecto a su ‘yo’ pasado.

O como quien dice, debe uno ‘medir la ganancia, no la brecha’ (‘percibir el vaso medio lleno’, sugiere la sabiduría convencional). Con algo de disciplina, puede uno hasta prepararse para percibir el desarrollo personal en el corto plazo, midiendo el progreso semanal, mensual o trimestralmente. Al respecto, un interrogante fundamental es: ¿Qué logros he alcanzado en los últimos 90 días? De esta forma, puede uno empezar a distinguir entre el ‘yo’ actual y pasado, como también se nos da la posibilidad de percibir nuestro ‘yo’ futuro como una persona totalmente distinta.

Maniobra Dos: Imagine su ‘yo’ futuro deseado— El físico teórico, Albert Einstein, solía decir que, ‘la imaginación es más importante que el conocimiento. Ya que el conocimiento se limita a todo lo que hasta ahora sabemos y entendemos, mientras que la imaginación abarca la totalidad del entorno, y todo aquello que hay por conocer y comprender’.

Es mucho más sencillo ir por defecto al presente que imaginar un porvenir diferente. Sin embargo, si uno no se toma el tiempo para imaginar quién quieres ser en el futuro, de rebote le toca a uno aceptar aquello que la vida decida mandarle.

La investigación ha demostrado que dar forma a su ‘yo’ futuro requiere de ‘práctica intencional’ o la disposición de desarrollo hacia un objetivo particular. No es posible crecer eficazmente sin una senda trazada hacia dicho desarrollo o, como quien dice, se requiere de un objetivo claro para dar forma al proceso.

Diga usted, por ejemplo, cuando decidí que quería escribir mi propio blog, la idea por sí sola no fue suficiente. Tuve que transformar mi idea en un resultado mensurable, conseguir una base de lectores, ‘clics’ y tiempo de latencia lo suficientemente amplia como para que la plataforma donde tengo registrado a consumosentido.co me concediera la oportunidad de recaudo por la publicidad que allí se publica, o por el contenido premium que edito.

El haber tenido un objetivo claro me permitió hacer las preguntas indicadas a las personas adecuadas. Así funciona cualquier asunto que se pretenda.

Por esas líneas, la investigación sugiere también que tanto la motivación como el optimismo surgen de la combinación entre una consecuencia clara y deseada, el convencimiento absoluto de que es factible tener éxito, así como de tener bien delineado un camino para llegar allí.

El boyante campo de la psicología positiva ha cambiado muchas suposiciones tradicionales, revelando que los humanos no somos impulsados únicamente por nuestro pasado, sino que en realidad nos sentimos atraídos por nuestras propias visiones del futuro, un concepto que los psicólogos denominan como ‘exploración’.

Es decir que, nuestro comportamiento en el presente está determinado en gran medida por la visión de nuestro propio futuro. Si nuestro futuro se percibe claro, emocionante y se traduce en algo que creemos poder realizar, entonces, nuestro comportamiento en el presente lo reflejará.

En ese orden de ideas, ¿quién carajos es nuestro ‘yo’ futuro? Aquí, afortunadamente, solo nosotros tenemos la respuesta a semejante interrogante. Como explica el doctor Gilbert, la primera maniobra consiste en imaginar nuestro ‘yo’ futuro que, no es alguien que descubrimos, sino aquel que decidimos ser.

Una alternativa para iniciar dicho proceso imaginativo es a través de un diario o cuaderno de bitácora. Puede uno empezar por cuestionarse: ¿Cuáles son esas tres cosas que podría hacer en la actualidad para evolucionar hacia mí ‘yo’ futuro? Cualquier acción que uno realice probablemente estará fuera de nuestra zona de confort, ya que nuestra zona de confort actual está determinada por nuestra personalidad actual.

No obstante, si logra uno superar dicha incomodidad inicial, nos haremos más flexible psicológicamente y, con el tiempo, nos transformaremos en la persona que anhelamos ser.

Maniobra Tres: Altere la narrativa de su identidad (de marca)— La identidad es mucho más poderosa que la personalidad. La identidad impulsa los comportamientos que con el tiempo se convertirán en nuestra personalidad. Nuestra personalidad, o como quien dice, la suma de nuestras actitudes y comportamientos persistentes es sencillamente un subproducto de la identidad (de marca).

Nuestra narrativa de identidad (de marca) es la historia que uno cuenta sobre uno mismo: ‘pasado’, ‘presente’ y ‘futuro’. Si nuestra identidad está arraigada solo en nuestro pasado y presente, esa mentalidad asentada puede hacer que la personalidad se perciba como permanente. Sin embargo, si uno se enfoca en percibir su ‘yo’ futuro, en lugar de centrarse en su ‘yo’ actual, es factible alterar la narrativa de nuestra identidad (de marca).

El asunto, no solo es cuestión de reflexión interna. Toca contarle a los demás quién quiere ser uno en el futuro. Nada tiene que ver tampoco, con andar por ahí ‘fingiendo hasta que por obra y gracia del Espíritu Santo lo logre uno’, sino más bien, de reconocer con honestidad, humildad y de una vez por todas que, nuestro ‘yo’ futuro es una persona totalmente distinta de la que somo actualmente. Todavía no somo nuestro ‘yo’ futuro, pero hacía allá es donde debemos dirigirnos.

Por supuesto, esto requiere de coraje. Es mucho más sencillo decir simplemente: ‘Esto es lo que soy’. Mencionar públicamente, ‘esto es lo que pretendo ser’, es mucho más arriesgado, considerando que uno no tiene el éxito garantizado. Sin embargo, es la única forma de ser intencional sobre la persona en la cual uno se quiere transformar.

Decirle a la gente quién quiere ser uno en el futuro es increíblemente potente porque nos obliga a hacer que nuestro comportamiento sea consistente con nuestro nuevo relato.

Aunque, preste atención, porque si su narrativa de identidad (de marca) tiene sus raíces en el pasado, su pasado determinará su comportamiento. No obstante, si decide uno intencionalmente quién será nuestro ‘yo’ futuro, y encuentra uno el coraje para compartir dicha visión con los demás, es factible transformarse activamente en ese ‘yo’ futuro anhelado.

El quid del asunto es lograr definirse uno por ‘quién se quiere ser en el futuro’, y no por ‘quien se es en el presente’. Todos estamos en constante estado de transformación. En ese orden de ideas, debería uno permitir que su ‘yo’ futuro anhelado y no el pasado, prediga su comportamiento actual.

Nuestro comportamiento señala el tipo de persona que creemos ser, consolidando nuestra identidad y eventualmente convirtiéndola en nuestra personalidad. Es nuestro comportamiento lo que instaura nuestra personalidad, no al revés.

Así pues, debería uno empezar a contarle de una vez por todas a la gente ‘quien se quiere ser en el futuro’.

Igual, debe uno emprender como si se tratara de nuestro ‘yo’ futuro, en lugar de nuestro ‘yo’ pasado. Asumamos la incertidumbre y la transformación. Reconozcamos el aprendizaje, tal cual el fracaso. Evitemos definirnos por el ‘presente’. Ejerzamos una práctica intencional para que así y con el tiempo, nos transformemos en nuestra propia narrativa en constante evolución. Actuemos e invirtamos en la construcción de nuestra identidad (de marca) futura.

En términos generales, según sugieren los doctores Daniel Gilbert, Ellen Langer y algunos otros, así es como se convierte uno en la versión de quien se pretende ser en el futuro y; a mí sí que me convencieron.

Andres Tellez Vallejo

Mercadólogo, bloguero y publicista con experiencia en gerencia de marca y dirección de marketing para la industria farmacéutica y la de bienes de consumo, y, una trayectoria profesional de 18 años como asalariado más 14 años (y contando) como profesional autónomo; ejerzo por outsourcing mi actividad económica como gestor estratégico de marketing, bloguero, escritor y editor de publicaciones periódicas.

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