Al unísono, los millennials dominan tres dispositivos móviles, mascan chicle y caminan sin tropezarse; son narcisistas, inestables y un recurso humano difícil de gestionar. No obstante, ¿a quien le importa, si de veras son grandes consumidores? Confían en sus capacidades, pero les cuesta ceñirse a la autoridad cuando ellos consideran que ésta no tiene las competencias indicadas para guiarlos. Les interesa la diversidad y aceptan la diferencia, aunque su autosuficiencia disminuya su capacidad para trabajar en equipo. En sus mentes suele dar vueltas la idea de que el trabajo no es su vida, que están de paso y, que justo en ese momento se encuentran aprendiendo nuevas habilidades, desarrollando su potencial o ahorrando para su próximo objetivo. O al menos, así lo entendí de un recuento El Tiempo, fundamentado al respecto en múltiples referencias como en un estudio de la firma YanHass. O como quien dice, los millennials tienen materia prima para ser emprendedores y más bien poca tolerancia al porvenir como asalariados. Aun cuando, quizás si las empresas interesadas en contratar dicho potencial procuran ceñirse a normas laborales similares, quizás tengan una buena oportunidad de cautivarlos a su favor. Y por lo demás, ¿qué carajo hacen los millennials trabajando como operadores telefónicos en Convergys?
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