Todos requerimos críticas (ojalá constructivas), observaciones y sugerencias para mejorar nuestra labor profesional, pero cuando las críticas son inesperadamente ácidas, nuestro primer instinto puede ser huir y esconderse.
De los aprendizajes que me dejó la múltiple crítica ácida, desagradable, mordiente y viperina a lo largo de mi trayectoria profesional asalariada, les comparto cuatro movimientos que quizás a usted también le puedan ayudar a mantenerse presente y reaccionar de manera proactiva como productiva:
Recogerse— respire profundamente y perciba sus emociones. Clasificar mentalmente sus alteraciones (‘Me siento herido, avergonzado o emputado’) puede ayudarlo a alejarse de dichas emociones en aquel instante.
Comprender— pídale a la persona que lo está cuestionando detalles y ejemplos del comportamiento que ha resaltado. Y luego escuche atentamente con calma, como si la crítica tuviera que ver con otra persona.
Recuperarse— menciónele a su interlocutor que necesita reflexionar al respecto y que contestará cuando esté listo. No exprese de inmediato su acuerdo o desacuerdo con lo que ha escuchado. Tómese el tiempo necesario para procesarlo y evaluarlo.
Participar— considere la retroalimentación, incluso qué tan válida es. Pues resulta que, hasta las críticas ácidas generalmente tienen un meollo de veracidad, así que identifíquela. Luego, si lo estima necesario, dialóguelo de nuevo con su interlocutor y exprese sus puntos de vista.
Sin embargo, y a pesar de los susodichos movimientos, igual tenga presente que la mencionada desdicha que percibimos cuando recibimos la crítica ácida es un síntoma de un inconveniente mucho más profundo.
Quienes logran reconocerlo y abordarlo no solo mejoran en dichos inusitados instantes de sorpresivo trauma emocional, sino que están mejor predispuestos para asumir cuanta vicisitud atraviese su trayectoria laboral o personal.