Cuando está uno deprimido, es tenaz concentrarse en los quehaceres. Por experiencia, sabe uno que, cuanto menor es la energía que se siente, menos es lo que alcanza uno a realizar, llevándolo a uno a sentirse peor de lo que está. Si se descuida, y no se le pone alto a la acción, termina uno metido en un ciclo incesante. Afortunadamente, ser productivo puede ayudar a interrumpir dicha espiral negativa y revertir el asunto. Para ele efecto, empiece por programar dos tipos de actividades cotidianas: 1) aquellas que brindan una sensación de logro y 2) aquellas que brindan placer. Dichas acciones pueden ser muy sencillas, diga usted, por ejemplo; descubrir que sentarse en una ventana soleada para tomar un café matutino es una fuente de placer, y una sensación de logro puede provenir de hacer ejercicio en las mañanas, o sacar a pasear el perro, o responder un correo electrónico. Igual, es oportuno, alternar entre tareas sencillas, de mediana complejidad y complejas. O como quien dice, distribuya equitativamente la realización de los quehaceres de acuerdo con el grado de complejidad. Escalonar los quehaceres, ayuda a romper la monotonía y aumenta su energía. En últimas, y en lo posible, deshágase (al menos temporalmente) de aquellos compromisos que lo mantienen atareado, solicitando la ayuda de su superior o delegando siempre que pueda. Al reducir sus responsabilidades, su productividad se mantiene intacta, logrando así priorizar los quehaceres para concentrarse en aquellos que aportan mayor valor.