Los milenarios como la senadora Viviane Morales y el exprocurador Alejandro Ordóñez han de tener sus raíces en la historia religiosa. Desde los primeros cristianos y los movimientos milenarios de la Edad Media hasta la Reforma y la Iglesia Ríos de Vida, los hombres han tratado de adivinar cuándo llegaría el milenio, cómo se podría predecir, cuánto tiempo les quedaba y cómo se podrían preparar.
En el año 200 de nuestra era, el sabio romano Hipólito, uno de los primeros convertidos al cristianismo, trato de persuadir a sus contemporáneos de que el fin ocurriría hacía el año 500. En aquella época Roma había caído en poder de los bárbaros, y el Imperio Romano de Occidente estaba en ruinas. A los escasos lectores de Hipólito les parecería que había acertado plenamente.
En el curso de la historia, además de los años 500 y 1000, el milenio se ha fijado, entre otros, para los años 1260, 1533 (decimoquinto centenario de la muerte de Cristo), 1843, 1914, pero el poder del año 2000 es casi único. La única fecha que se le parece es el año 1000. No obstante, y puesto que aún no acontece, se me da, cual Hipólito (pero sin lo sabio), recalcular el milenio para el 2018 que, si bien los bárbaros son ya cosa del pasado, Colombia ha caído ante el poder de Odebrecht, así como sucumbió de las garras de lo más selecto de la dirigencia política y empresarial criolla que, con voraz apetito, y como viles hampones, llenan sus bolsillos a dos manos sin ningún asomo de vergüenza y en total impunidad.
Así es, en tanto, cuecen las alianzas presidenciables; el “Señor de los Coscorrones” afina su disonante discurso; la deschavetada persigue la Paloma; María encuentra a la Guerra; Carlos Holmes ubica el polo a tierra; Iván Duque despierta; Clara López gira a la derecha, Gustavo Petro decide con qué sale; Alejandro Ordóñez prepara su tinglado; y demás presidenciables así por el estilo, pero distinto; el 2018 pinta para el milenio que se las pela.