Buche y pluma na’ ma’ los que dicen ser influyentes en redes sociales

Es decir, Epa Colombia, que no son esenciales ni para las marcas ni para el consumidor como promotores de desarrollo y, en contraposición diga usted, con la “Reina Pepiada” que, definitivamente sí es un alimento esencial y cotidiano en el menú de los venezolanos (aunque escaso por estos días gracias al sátrapa y sus secuaces). Considero pues, que debo aclarar ciertos aspectos del siguiente razonar ya que éste se fundamenta en mi entendimiento del post “Digital Influencers: El Fraude De La Influencia En Internet”, escrito por Gaby Castellanos. En primer lugar, confieso que me enteré del existir de Gaby Castellanos por un “share” de Henry Daniel Gómez, un viejo conocido venezolano en otros tiempos; en segundo lugar, estimo que Gaby ni yo seremos más o menos populares como consecuencia de mis apreciaciones; en tercer lugar, a mí ni el perro me hace caso pero acostumbro decir lo que razono según mi entendimiento; y cuarto, comparto la vieja noción que sugiere que la locura de Internet “es un tiempo prestado”.

El quid del asunto, es consecuencia del quehacer de Gaby Castellanos como persona influyente en el medio digital tal cual su propósito de desenmascarar a «algunos “Influencers” de habla hispana/en español (y lo pongo entre comillas porque no lo son y mucho menos gurús de nada) porque ya el descaro me parece exagerado». Una pérdida de tiempo en mi parecer ya que para nadie es un secreto los “falsos profetas” que pululan en la red de las maravillas. Un gasto excesivo de “influencia” en mi opinión para tan banal acto, si se considera que todas las métricas del entorno social en línea son comerciables, desde “seguidores” y “likes”, hasta los certificados de “influencia” (y por cierto, ¿cuáles son las métricas que acreditan a la gente como influyente en línea?).

Puede ser que todo el barullo no sea más que la influencia del espíritu publicista de Gaby, pues tampoco para nadie es un secreto que los años mozos de la publicidad se esfumaron con la última temporada de “Mad Men”.

Ahora, los premios son la prelación del publicista. Atrás quedaron los preceptos tales como “un buen anuncio es aquel que vende el producto sin atraer la atención hacía sí mismo” o “el único propósito de la publicidad es vender” o “sino vende, no es creativo”. No señor, hoy día, son los premios y la salida fácil del social media marketing con lo que las agencias de publicidad engatusan a sus clientes.

Y por lo demás, dejan su rastro los publicistas un tufo arrogante de su quehacer, como si la “p” de “promoción” fuera exclusiva y en contraposición al 25 por ciento que representa en la mezcla de mercadotecnia que ya hace rato describiera Philip Kotler o si lo prefieren los más jóvenes, un mero 14 por ciento en versiones más recientes de la susodicha mezcla, en la que se incorpora “gente” (people), “posicionamiento” y “procesos”.

En verdad mi respetada Gaby Castellanos, no me lo creo que el consumidor sea tan ingenuo como para aceptar el consejo impulsor consumista de un extraño, por muy reputado que éste sea. De hecho, en mi a ver y entender, solo cuentan un par de influyentes personajes de colectivo que de paso sea dicho, penden del paredón de la ignominia: 1) Charles Manson, líder de culto estadounidense, cuyos seguidores ejecutaron varios crímenes despreciables a finales de los años sesenta, incluido el de la actriz Sharon Tate y otros tantos residentes de Hollywood, y 2) Jim Jones, líder responsable del suicidio colectivo de más de 900 estadounidenses miembros del culto “Peoples Temple” y que llegara a conocerse como la “Masacre de Jonestown”.

No Gaby, son otros los verdaderos promotores de crecimiento que influyen en el consumo de las marcas y para la muestra, también de mí a ver, puedo compartir unos cuantos:

Entendimiento del comercio— coordinadores que provean entendimiento tanto del consumidor como de los canales comerciales.

Consistencia a lo largo del lineal creativo— soluciones creativas que abarquen mucho más que los meros anuncios, alternativas que aporten al conjunto de la operación, a las ventas como al recurso humano.

Oportuno sería si las agencias de publicidad tal cual los publicistas independientes, ofrecieran alternativas de solución para afrontar los retos comerciales de las empresas a las que sirven.

Es cierto Gaby Castellanos, soy de los convencidos de que la demencia que genera Internet no sobrevivirá tal cual sostengo “hay que dejar de escuchar la prédica de los fanáticos”, pues se me antoja pertinente derribar los 10 mitos más difundidos sobre la red de redes, tal cual lo pronosticara Kart Albrecht ya hace un buen rato (y bastante acertado por lo demás), entre otros:

Internet será el gran factor de democratización (¿o acaso podrán los venezolanos afirmar lo contrario?)— En realidad, será exactamente lo opuesto. Ahondará la disparidad entre ricos y pobres. Dejando a un lado el democrático aviso que muestra a una adorable niña negra conectándose a la Web desde algún lugar de África; los pobres y perplejos no mejorarán su situación económica por el solo hecho de tener una computadora o conectarse a Internet. Están atrapados en un paradigma muy diferente. La clase media alta cree que todo lo que tenemos que hacer, es “darles una computadora” como regalo de la Gran Sociedad. El equivalente cibernético, dicho sea de paso, de “darles una torta”.

Internet revolucionará el marketing— Completamente improbable. Este, el más sagrado de los cánones de la teología de Internet, y es el menos probable de ser verdadero. La mayoría de las personas que venden cosas en la Internet pertenecen a ella, y se venden entre sí. Con algunas excepciones, el marketing de las páginas de la Web, el marketing por correo electrónico a granel y las compras on–line son, y seguramente serán, actividades aburridas.

La cruda verdad, respetada Gaby Castellanos, es que la Web es un medio de distribución ideal para cualquier material contracultural, como obscenidades, manifiestos anarquistas, software pirata y contrabando de contenido dudoso tal cual los falsos profetas y gurús que lo predican (“con o sin certificado de influencia”). Y por lo demás, no todos quieren que en línea se les influencie.

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