Previendo, claro está, no auto destruirme en exceso de aventuras con actrices porno, alcohol y drogas, no propiamente dichas de prescripción médica. Las parrandas del personaje son amplia y regularmente difundidas, no obstante, éste se presenta puntualmente a cumplir con sus labores y su empleador dice no importarle lo que éste haga con su tiempo libre.
Nuestra nueva realidad es especialmente incierta respecto a la distinción de lo público y de lo privado, bien sea que elijamos a propósito destruir o, inconscientemente fusionar sus límites a través de las redes sociales, el fisgonear periodístico, o el esfuerzo lúcido de los que innovamos la imagen de marca. Los mecanismos para despotricar de los celebres infames, son los mismos utilizados por nosotros los anónimos para darnos a conocer.
Sencillamente, ya no hay forma de percibir un sólo lado de la moneda y pretender así que la gente omita enterarse de todo.
La grandeza, al igual que la infamia, tienen ambas su contracara. Toda buena historia tiene su contradictor, así como tienen halo de esperanza todas las noticias sombrías. Es solo cuestión de tiempo para que todos empecemos a parecernos que, es la razón por la cual el punto de partida para los amigos, los consumidores y los votantes por igual, es conocer el panorama completo y desconfiar íntegramente.
Una marca, es la recolección actual de todos aquellos aspectos conocidos que interactúan con aquellos que son desconocidos. Es una proporción destinada, inevitablemente, a hacerse con el tiempo cada vez más pequeña y a perder su valor (salvo en muy contadas excepciones).
El actor y los políticos tienen diversas pretensiones de fama, sin embargo, es sugestivo como la marca del actor parece desafiar la afirmación de proporción en contraste con la marca de cualquiera de nuestros políticos, incluidas, la del senador Álvaro Uribe, su pupilo Iván Duque, o los arrimados del Centro Democrático, Andrés Pastrana, Alejandro Ordóñez y César Gaviria que, la evidencian con creces.
El motivo puede conjugarse en aspectos como contexto y significado. Tanto el actor como los políticos pretenden vendernos algo, solo que su contexto es diferente. Es muy probable que Sheen lo único que quiera es venderse a sí mismo, mientras que los políticos siempre intentan vender demás, despertando así la suspicacia del electorado y quedándose cortos de su cometido.
Es curioso como el significado altera la percepción: entre más conocemos del actor, mayor consistencia adquiere su marca, pero entre mayor detalle dispongamos de los políticos, solo terminará por arruinar la percepción que de ellos tenemos.
Es cierto, que alcaldes, senadores, contralores, y hasta ex secretarios del IDU hicieron más dinero que Sheen, pero es preferible ser Charlie Sheen o, al menos desde la óptica de su posicionamiento de marca sostenible. No obstante, considero, que ninguno de los dos prototipos aquí descritos es de utilidad para la marca personal.